viernes, 16 de septiembre de 2011

Los dos fletes de Aguilera

(Foto: Eduardo Amorim)
Le vide en unas cuadreras
cerca de San Nicolás,
su efigie de montaraz
y de gauchas montoneras,
cayó para unas carreras
lindazamente montao:
traiba para su recao,
dos fletes de rica estampa
un potrillo oscuro pampa
y un moro como pintao.

Del flete moro se apeó
con gesto sencillo y franco
y un pañuelo azul y blanco
del cuello se desprendió;
al potrillo lo maneó
con su golilla genuina
que al sentir la seda fina
el flete ni se movió...
parece que conoció
que era la enseña Argentina.

Alguien bajo la enramada
entre sorbo y vocerío,
lanzó en alto un desafío
que aplaudió la paisanada;
como él no dijera nada
por evitar la cuestión
el otro en tono burlón
recrudeció la bravata:
"Le corro por cualquier plata
a su moro regalón".

Aguilera, descontento
respondió: "mis parejeros
son dos potrillos ligeros
capaz de correrle al viento
pero que en ningún momento
por apuesta los corrí;
a nadie le competí
ni en el lance más seguro
porque mi moro y mi oscuro
solo corren para mí."

Resultó desconcertante
la respuesta de Aguilera
y volvió a seguir la hilera
sobre el mismo consonante:
"Hay días que ni un instante
les sé bajar el recao
y pampa y cielo he cruzao
trabajando en un arreo,
apartando en un rodeo
como corriendo un alzao".

"Yo los tengo acostumbraos
que muento y les doy dos gritos
y saltan los dos juntitos
sin tocar los alambrados;
saben disparar boliaos,
corren por un viscachal
con la fijeza cabal
de los caballos del indio;
les dí como el amerindio
una enseñanza rural."

-"Levanto el cargo, aparcero",
dijo el criollo discordante
que le hiciera hace un instante
a su moro parejero;
"desde hoy a mi flete overo
no le daré otro trajín
que el de juirle hasta el confín
a la partida del pago
que me anda haciendo el amago
de remitirme a un fortín".

Estalló un ¡Viva! por cierto
y comenzó liso y llano
a correr de mano en mano
un porrón recién abierto.
Aguilera entre el concierto
hasta el potrillo llegó,
de las manos le sacó
el blanco y azul pañuelo;
como era color del cielo
"¡Viva mi patria!", se oyó.

Y cuando hubieron bebido
los alcoholes fulminantes
y no quedó en los estantes
más que algún porrón vacido,
Aguilera dio un silbido
que el moro lo conoció,
sobre el silbo relinchó
con un acento emotivo
y acercándole el estrivo
escarciando lo esperó.

Después vieron al paisano
sobre el moro galopiando
y al pampa oscuro trotiando
perderse entre cielo y llano;
caballito soberano
de tradición inmortal,
en la guerra colonial
con los paisanos arrieros,
y con los gauchos guerreros
en la Historia Nacional.

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