sábado, 17 de septiembre de 2011

Pal picazo

Voy a largar, aparcero,
las riendas a mi memoria
pa tranquear alguna historia
de las tantas de un tropero.
Yo que he nacido trovero
porque Dios me iluminó,
y en mis labios derramó
miel de coplas orejanas,
pa santiguar mis mañanas
con trinos del diapasón.

Andando allá por el sud,
quiero que sepa amigazo,
que tuve un pingo picazo
más ligero que un ñandú.
Sin regalarle virtud
a ese flete tan querido,
le juro que yo he sabido
acomodao en su cruz
dejarlo seco y sin luz
al tapao más atrevido.

Y pensar que lo encontré
tan mal como no he visto otro,
clinudazo y medio potro,
repasao de hambre y de sed.
Muchos dijeron: "Creamé,
este ya entrega el rosquete
y es al ñudo si se mete
a querer acomodarlo;
¡qué espera pa despenarlo,
no ve que tuito es al cuete!"

Pero yo firme en mi empeño
pa mi rancho lo llevé
donde a cuidarlo empecé
mejor que sus otros dueños.
Ya iba cumpliendo mi sueño
cuando lo v'ía retozar
y en el corral relinchar
queriendo mostrar su estampa
al cielo azul de la pampa
que lo vió resucitar.

Con el flete ya safao
del brete de doña Muerte,
confieso que poca suerte
tuve al quererlo montar.
No fue más que acomodar
mi sombra sobre su lomo
y el indigno no se cómo,
brincando se hizo redondo
pa mandarme muy orondo
contra la raiz de un aromo.

Me levanté a las tanteadas,
dolorido y revolcao
y alcancé a ver al taimao
disparando pa la aguada.
"En la próxima topada
otros van a ser los cuentos"
le grité pa mis adentros,
más caliente que una brasa,
y enderecé pa las casas
chiflando al tranquito lento.

Ansina a la madrugada,
ni bien apuntó el lucero,
me vió arreglando los cueros
para esa nueva patriada.
Lo llevé a la tierra arada
y sin vueltas lo subí,
me afirmé bien y le dí
rienda, talero y espuela:
me acordé hasta de mi abuela
pero trotando volví.

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