martes, 13 de septiembre de 2011

Cuerpiando a la marejada


Lo mesmo que si a un collar
el hilito se cortara,
pa que se desparramaran
las cuentitas al rodar.
Así a la orilla del mar,
en el tiempo'e los calores,
se ve de varios colores,
la gente entusiasmada.
Contenta y entreverada,
chicos, grandes y mayores.

Yo juí pa Montevideo
y allí el agua salada
hallé con la marejada,
la cuna del sarandeo.
Haciendo caso al deseo
de un maistro que había a mi lao,
dejé mi cuerpo estirao
boyando en aquella cancha,
y así aprendí a hacer la plancha,
yo que nunca había planchao.

Pero en cuanto le aflojé
ya de cabeza me hundí
de sonso, la boca abrí
y con l'agua me atoré,
como un loco, manotié
y cuando quedé afirmao
sin rumbo desesperao
cuerpiando a la marejada,
escuché la carcajada
que el trance había provocao.

Casi jinetié el picaso
del enojo en el apuro,
pero aflojé siendo duro,
y resolví no hacer caso.
Es que a medio tiro'e lazo
comentando el accidente
se había juntao de repente
todito el ganao rabón,
y yo me hice el charabón
pa no pecar de imprudente.

Allí el sol, l'agua, la arena,
en el tiempo'e los calores
hacen cortar los dolores
qu'en l'alma pone una pena.
La gente se hace más güena,
en cada hombre hay un hermano,
quien va enfermo, vuelve sano,
el amor ata a más de uno,
se hace morocho el cebruno,
y el blanco vuelve tobiano.

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