sábado, 31 de diciembre de 2016

Cencerro y distancia (Milonga)


(Pintura: Florencia Aise)



Amigo y árbol (Milonga)







Dos oficios

Si "el puestero payador"
me llama el pueblo a su juicio,
por abrazar dos oficios
con idéntico fervor;
si por los dos siento amor:
le dí la mesma importancia,
uno me amarra a la estancia
entre hacienda y baguales
y otro en tonos musicales
ni calcula las distancias.

Jugando con los estribos
me ven cruzar el potrero,
y me saludan los teros
gritando mi apelativo;
de un pensamiento cautivo
le improviso a la tormenta
y si en un trueno revienta
el aguacero al instante,
le amontono un consonante
tras rima sin darme cuenta.

Hay noches que maseteo
ablandando alguna garra
o me voy por la guitarra
galopeando en un punteo;
y vuelvo en un bordoneo
arisco pa'las caronas
y al ver que no desentona
en la décima lo largo
pa'ensillarle un mate amargo
a mi china regalona.

Reviso el verso si dudo
de expresar la redondilla,
como busco en la tropilla
pa'rreglar el más clinudo;
no lo aguanto al chapinudo
que venga a los tropezones,
y en mansos o en redomones
salgo al camino confiao,
me gusta andar bien montao
dentro de las dos funciones.

Madrugador como el gallo
mateando solo me ordeno,
y desde que agarro el freno
le voy cantando al caballo;
el perro negro y el bayo,
saben cuál soy al vestirme,
y si es triste despedirme
la llegada es un placer
me voy pensando en volver
y vuelvo pensando en irme.

El sábado me despido
como el cordaje: templao,
y el luner pongo el recao
casi siempre mal dormido;
y aunque arranque mal herido,
mi constancia es superior
que "el puestero payador",
me llama el pueblo a su juicio
por abrazar dos oficios:
con idéntico fervor!

Jagüel (Milonga)


















Intro: 

Igual que una sepultura
tenías dos palos en cruz
y eras un rayo de luz
en medio de la llanura,
eras señal de frescura,
¿te acordás del tiempo aquel
cuando la hacienda en tropel
cáiba al rigor de la siesta?
Era pa’ vos una fiesta
sentirte rodiau, jagüel.

(Horacio Otero)
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Se ha quedao en el olvido
y te corona un laurel
y tu nombre de jagüel
en el campo se ha perdido;
 ya no se escucha el chirrido
de tu roldana inquieta
solo se observan la grietas
de tu bebida rajada
y apenas la rastrillada
de algún mancarrón maceta.

Con un recao de arpillera
ensillaba en el matungo,
había un balde que a los tumbos
cabresteaba a la sidera;
hoy cuasi todo es tapera
el tiempo ríe de gozo
se va derrumbando un pozo
donde anidan las palomas
y de tanto en tanto asoma
algún lechuzón curioso.

Nunca falta algún hornero
esperando su charquito
para amasar su barrito
y así construir su alero;
se oye balar un ternero,
de su madre se ha extraviao,
la hacienda se ha amontonao
y se rasca en la alambrada
y de tantas rasconeadas
se hallan los palos ladeaos.

La hacienda sedienta espera
ver parir a sus vertientes
pero el destino imponente
ya refrescó sus seseras
¡Amalaya! quien pudiera
revivir aquél pasao,
ya todo está tan cambiao
el progreso firme avanza
y su puntiaguda lanza
en su pecho se ha clavao.


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Este jagüel está ubicado entre Uribelarrea y Abbot y es considerado un sitio histórico, ya que en 1828 ahí paró el ejército de Juan Lavalle, brindando agua fresca a la caballería y a la tropa. Existe una placa recordatoria.


 Si gusta ampliar información sobre el pareje, le recomendamos leer la nota que está en:

http://www.aenbici.blogspot.com.ar/2014/12/en-bici-abbott-fco-berra-laguna-de.html

Y nunca supe por qué...

(Foto: Eduardo Amorim)



Bien surero su recao
a la argolla de la cincha,
en las clinas una vincha
con dos moños colorao;
los bastos muy levantao
de adelante como atrás,
media pasuca, al compás
sacudía la picana
la menor de las Maidana
que fue novia de Alcaraz.

Como no soy tan quedao
ni tengo la lengua atada
ya le pegué una palmada
en el tuse, a mi tostao,
y cuando estuve a su lao
le dije: “¡Qué cutis, Ñata!
¡Qué par de espuelas de plata!
¡Qué surtida está la tienda!
Hacele punta a la hacienda
que yo arreo la culata”.

Le dije en forma galana:
“Zaina negra, seme franca,
¿de qué manada potranca
te escapastes, orejana?”
“-De la manada’e tu hermana”
me contestó, confianzuda,
sonriéndome la clinuda.
Sin ensayar argumentos
yo retocé de contento
al saber que no era muda.

“¡Que te tardaste en venir!
-le dije, entre otras cosas
que ya han carniao los Tolosas-
¡qué campo pa’ dividir!
¿Qué más te puedo decir?
Con tanta sabiduría
es tuya la estantería,
¿tiene dueño ese galpón…?
Soy goloso pa’l jamón
¡qué empacho me agarraría!”.

Como siempre bien hablao,
regular pa’l piropaje,
de achuras hice coraje,
me desmonté del tostao,
pa’ no pecar de atrasao
“¿Son tuyas?” le pregunté,
con la zurda manotié
como quién tiene una duda…
Se molestó la clinuda
y nunca supe por qué…

miércoles, 28 de diciembre de 2016

Jinete y domador


Fue Mauricio Zalazar
un orgullo de estos pagos
muy merecedor de halagos
de quien lo vio jinetear.
Bolivar fue aquél lugar
donde éste gaucho nació
de donde un día partió
con rumbo a Curamalal
y como punto final
en Dorrego se afincó.

Llegó con Doña Rufina
buscando un nuevo horizonte
nunca se gastó en aprontes
el criollo de mi Argentina.
Don Mauricio se ilumina
con un cariño prolijo,
con el amor siempre fijo
demostrando ser buen padre
“aparcerao” por la madre
dar buena crianza a sus hijos.

Por gran jinete, su fama
hasta Méjico llegó
en tierra azteca grabó
su nombre con buena trama.
En la cima se encarama
siempre de frente, sin mañas
todo el gauchaje lo apaña
por envidiables razones
y en pulperías y fogones
se comentan sus hazañas.












Recuerdo que cierta vez
-este episodio subrayo-
para unas Fiestas de Mayo
de mil novecientos diez
éste gaucho sin revés
corajudo y arriesgado
en Palermo había montado
a unos chúcaros sin “yel”
para la Infanta Isabel
que de España había llegado.



Lo invita ella a su sitial
por su arrojo y por su brillo
obsequiándole un anillo
con el Escudo Real,
este criollazo cabal
que cumplió con su deber
que con riesgo y con placer
hizo su demostración
despertó la admiración
de ésta Noble y Gran Mujer.



Tuvo marchas destacadas
en su caballo “Cruz Diablo”
éste argentino del que hablo
de trayectorias marcadas,
de famas muy bien ganadas
que las paseó con honor.
Por eso con gran fervor
quiero su nombre realzar
Don Mauricio Zalazar
gran jinete y domador.


Mangruyando (Estilo)






Se quema el rancho (Ranchera)


(Pinturas: Molina Campos)




Desde temprano el baile empezó
meta guitarra y meta acordeón,
la dueña 'e casa Doña Trinidá
zapatos nuevos tiene pa' bailar.

Algunos toman giniebra en porrón,
otros vinacho que mandó el Patrón,
se asa la carne detrás del parral
mientras la chancha sigue su compás.

Un gaucho en tranca revoleó el poncho
y un grito macho largó
¡qué desparramo! ¡Santo Dios mío!
si hasta el candil se cayó
¡Se quema el rancho!, ¡se quema el rancho!
con el candil se prendió...

Ahura de adentro quieren disparar
mozos y mozas y el viejaje de atrás
por la ventana se largó el Zenón,
el de la viola y el del acordeón.

La dueña 'e casa para disparar
zapatos nuevos tuvo que tirar
y se lamenta con mucho dolor:
¡de nuevo otro año calzando champión!

¡Se quema el rancho! ¡se quema el rancho!
con el candil se prendió
¡qué mala suerte! ¡tan linda fiesta!
la pucha qué lo tiró!

Se quema el rancho, se quema el rancho,
Se quemó el rancho y se quemó!





Payada de contrapunto


(Pintura: "Como gajos de mostrador", de Rodolfo Ramos)



-"Yo no soy ni más ni menos
y nunca he sido el mejor,
apenas si soy cantor
cuando tengo el buche lleno;
nunca me tuve por güeno
pero invitao a cantar,
soy capaz de comenzar
y ya con la lengua suelta
si me pagan unas güeltas
capaz de nunca acabar".

- "A mi juego me han llamao
y yo en mi suerte confío
pero de naides me fío
y menos si está chispeao...
Me gusta haber encontrao
esta tarde un payador
que además de ser cantor
guste mojar el garguero
pero cantemos primero
pa'conocer al mejor".

-"No me agacho como el tero
ni salto como las ranas
no se han de quedar con ganas
de escuchar este jilguero
pero les pido aparceros
que me priesten atención:
yo tengo por condición
decir siempre lo que siento
y echo mis coplas al viento
mandao por el corazón".

-"Cante amigo lo que sabe
si tiene la lengua suelta
dejesé de andar con güeltas
y de bolasiar acabe.
Cante amigo y no se alabe
que estoy cansao de alabanzas
y si mi tiro lo alcanza
me tiene muy sin cuidao
que no es al primer mamao
que l'he agujeriao la panza".

-"¡Jué pucha! ya se zafó
gaucho ladino y sotreta
pero va a estirar la jeta
pa'borrar lo que cantó
y no me diga que no
que lo veo dende lejos
porque si aprecia el pellejo
tendrá que pedir perdón
a todita la reunión
por lo que dijo ¡canejo!"

-"No soy ni manco ni rengo
y naides me ordena nada
me juego en una parada
todo el capital que tengo,
lo que digo lo sostengo
y nunca m'echo pa'trás
y paremos ái nomás
con el canto y la guitarra
y preparemos las garras
pa'ver quién es más capaz..."



lunes, 26 de diciembre de 2016

Viejo resero


(Pintura: José Acuña)
Sin estribar; al galope;
bien requintao el sombrero;
prototipo de un resero
que ya con él se perdía,
Rómulo Álvarez volvía
de un viaje de un mes entero.

Contaba que lo agarró
un temporal desatado;
sin poder dormir; mojado,
duro de frío después…
¡Créanme que en todo el mes
ni las botas me he sacado!

Tendría casi noventa,
cuando por oírlo, un día,
le pregunté si sabía
de un camino, aquí en Vidal…
“¡Cómo no! el camino ‘rial’…
que en Arbolito nacía…”

“Si conoceré estos pagos…
Setenta años de resero,
sin más lumbre, compañero,
en mis noches de desvelo,
que las estrellas del cielo,
ni más reloj que el lucero.

Antes que corriera el tren
esto era casi un desierto;
usted viera que concierto;
el de las tropas bagualas
al balar entre los talas
en las ronda a campo abierto.

Marchando, si es que había luna;
rondando, si estaba oscuro;
día y noche, sin apuro,
¡Cuánta hacienda se acarreó
de acá, al Partido de Ajó
al Saladero de Luro…

Un año anduve en Monsalvo,
y al cerrarse el Saladero,
de Tuyú y Divisadero
a Plaza tuvimos que ir
sin bajarse, es un decir,
del caballo el año entero.

¡Aguas hondas! Todavía
me parece ver su brillo,
bañando el lomo al novillo,
que no hay res que no peligre
entre el Cañadón del Tigre
y los Montes del Tordillo.

Y cuántas veces nadando
en un pingo acostumbrado,
tanto el Quequén o el Salado
nos miraron con asombro,
vadear con la ropa al hombro,
a caballo al otro lado.

Varias veces llevé hacienda
de Juancho hasta San Luis,
cortando en dos el país
por el medio de la pampa…
¡Viendo pasto, cielo y guampa
yo era un resero feliz…!

Mi almohada fueron mis bastos;
mi cama siempre el recado;
mi techo, el cielo estrellado;
mi ambición, arrear y arrear;
mi orgullo, que al regresar
ni una res se había quedado…

La Yerba, Pozo del Fuego;
Los Naranjos, La Porfía;
Los Patrios, La Lobería;
La Loma Rica, Kakel;
Van desfilando en tropel
frente a la memoria mía.

El Durazno, El Vigilante;
Macedo, Tarrhué, Loncoy;
La Esquina de Arguas de hoy,
y otros, que ya ni me acuerdo,
vivirán en el recuerdo,
mientras que yo ya me voy…”

Yo pensé: no morirás!
aunque vuelen tus cenizas,
sobre esta tierra que pisas
y se esfume tu memoria,
seguirás vivo en la historia
del gaucho que simbolizas…

(Foto: Celina Frers)

Navidad en las sierras



Estaba mateando María,
tranquila bajo el alero,
su marido el carpintero
estaba alistándolo al burro,
cargaba pasteles y churros
en las árganas de cuero.

Para cruzar esas Pampas
él fue juntando coraje
llevando en su alma un mensaje
que le cambiaba la vida,
una misión alquirida:
su principal equipaje.

Desafiando temporales
con una carga de fe
había aceptado José
hacerse cargo del Niño
y brindarle su cariño
como le pidió "Grabiel".

Cruzaron valles, quebradas,
trepando por los senderos;
el burro, medio mañero,
se empacaba en los repechos
y no encontraban un techo,
ni un árbol pa' dormidero.

-"José, tengo contracciones"
-"Tenés que aguantar María.
¡Esperá que llegue el día
que no hay donde parar!
El niño se va a pasmar
porque la noche está fría".

-"¡Mirá esa estrella brillante
que se ha sentado en el cerro!,
¡Oigo sonar un cencerro,
ha de haber una tapera.
Estoy viendo una tranquera
y están toreando los perros!".

Alcanzó a tirar el poncho
sobre el pasto el carpintero,
brilló más fuerte el lucero
iluminando orgulloso
al Niño más ardiloso,
Salvador del mundo entero.

En esa cueva perdida,
 ese lugar dispreciado,
el pobrerío ha encontrao
la luz que estaba buscando.
Y así comenzó en un llanto
la historia que me ha alumbrao

Como bandada de cartas
salieron los angelitos
llamando a los pastorcitos:
"¡Ha nacido el salvador!"
"¡Vengan a ver al Señor!"
anunciaban a los gritos.

Aunque eran gente muy pobre,
los pastores ofrecían
lo más lindo que tenían.
Una pastora muy vieja
trajo un quillango de ovejas
para abrigar a María.

Otro viendo a San José
destapó un vino patero
pa' calentar el guarguero.
Desde allí la cristiandad
brinda cada Navidad
como brindó el carpintero.

Otro le trajo un cencerro
para hacer un sonajero,
alguno arrimó un ternero,
sandías, nueces y pasas
una polla bataraza,
un pellón y un pan casero.

Bien fresquitos los quesillos,
mullido y blanco el pellón,
el corderito mamón,
sandía recién calada
y calentita y tostada
la torta con chicharrón.

Cuando el cristiano es sincero,
cuando es de buen corazón,
siempre ofrece lo mejor
y si es sincero y es pobre,
nunca va a dar lo que sobre
al que le falte el amor.

jueves, 22 de diciembre de 2016

Navidad


(Pintura: Carlos Montefusco)


Disculpemé, don José,
si lo vengo a molestar,
diez leguas tuve que andar,
por poco el pingo estropié.
Ayer noche divisé
una estrella esplendorosa
y, al notarla tan hermosa,
quise quemarme en su brillo,
así que ensillé el rosillo
y cargué una que otra cosa.

Dejeló al Niño divino
que duerma así tranquilito,
yo he de mirarlo un ratito
pa'que bendiga mi sino.
Este poncho de merino
que los años han gastao
es lo mejor que he encontrao
por abrigao y sencillo
y estos güenos cojinillos
que pa'l Niñito he guardao.

Y, pa la niña María,
como siempre, tan donosa,
traigo un clavel y una rosa
que yo regué noche y día.
Y, además como sabía
que es güena pa'cocinar,
no dejé de levantar
al venir por el sendero,
algunos güevos de tero
que ella sabrá aprovechar.

Cuando tenga que marchar
juyéndole a los caranchos,
vaya, don José, a mi rancho
que yo lo voy a esperar.
Carne no le va a faltar,
ni unos catres bien mullidos
y, pa'l Niñito querido,
pierda cuidao que va a haber
leche fresca pa'beber
de mi yegua que ha parido.

Ahura tengo que partir
porque el trabajo me llama,
yo soy Rosendo Lezama,
pa'lo que quiera esigir.
Pero le voy a pedir,
si no es mucho molestar,
que cuando comience a hablar
el Niñito de alhelí,
rece un bendito por mí
que yo no lo he de olvidar.

miércoles, 21 de diciembre de 2016

Hay un niño en la calle



Hay un niño en la calle

A esta hora, exactamente,
hay un niño en la calle.

Le digo amor, me digo, recuerdo que yo andaba
con las primeras luces de mi sangre, vendiendo
un oscura vergüenza, la historia, el tiempo,
diarios,
porque es cuando recuerdo también las presidencias,
urgentes abogados, conservadores, asco,
cuando subo a la vida juntando la inocencia,
mi niñez triturada por escasos centavos,
por la cantidad mínima de pagar la estadía
como un vagón de carga
y saber que a esta hora mi madre está esperando,
quiero decir, la madre del niño innumerable
que sale y nos pregunta con su rostro de madre:
qué han hecho de la vida,
dónde pondré la sangre,
qué haré con mi semilla si hay un niño en la calle.

Es honra de los hombres proteger lo que crece,
cuidar que no haya infancia dispersa por las calles,
evitar que naufrague su corazón de barco,
su increíble aventura de pan y chocolate,
transitar sus países de bandidos y tesoros
poniéndole una estrella en el sitio del hambre,
de otro modo es inútil ensayar en la tierra
la alegría y el canto,
de otro modo es absurdo
porque de nada vale si hay un niño en la calle.

Dónde andarán los niños que venian conmigo
ganándose la vida por los cuatro costados,
porque en este camino de lo hostíl ferozmente

cayó el Toto de frente con su poquita sangre,
con sus ropas de fe, su dolor a pedazos
y ahora necesito saber cuáles sonríen
mi canción necesita saber si se han salvado,
porque sino es inútil mi juventud de música
y ha de dolerme mucho la primavera este año.

Importan dos maneras de concebir el mundo,
Una, salvarse solo,
arrojar ciegamente los demás de la balsa
y la otra,
un destino de salvarse con todos,
comprometer la vida hasta el último náufrago,
no dormir esta noche si hay un niño en la calle.

Exactamente ahora, si llueve en las ciudades,
si desciende la niebla como un sapo del aire
y el viento no es ninguna canción en las ventanas,
no debe andar el mundo con el amor descalzo
enarbolando un diario como un ala en la mano,
trepándose a los trenes, canjeándonos la risa,
golpeándonos el pecho con un ala cansada,
no debe andar la vida, recién nacida, a precio,
la niñez, arriesgada a una estrecha ganancia,
porque entonces las manos son dos fardos inútiles
y el corazón, apenas una mala palabra.

Cuando uno anda en los pueblos del país
o va en trenes por su geografía de silencio,
la patria
sale a mirar al hombre con los niños desnudos
y a preguntar qué fecha corresponde a su hambre
que historia les concierne, qué lugar en el mapa,
porque uno Norte adentro y Sur adentro encuentra


la espalda escandalosa de las grandes ciudades
nutriéndose de trigo, vides, cañaverales
donde el azúcar sube como un junco en el aire,
uno encuentra la gente, los jornales escasos,
una sorda tarea de madres con horarios
y padres silenciosos molidos en la fábricas,
hay días que uno andando de madrugada encuentra
la intemperie dormida con un niño en los brazos.

Y uno recuerda nombres, anécdotas, señores
que en París han bebido
por la antigua belleza de Dios, sobre la balsa
en donde han sorprendido la soledad de frente
y la índole triste del hombre solitario,
en tanto, sus señoras, tienen angustia y cambian
de amantes esta noche, de médico esta tarde,
porque el tedio que llevan ya no cabe en el mundo
y ellos son los accionistas de los niños descalzos.

Ellos han olvidado
que hay un niño en la calle,
que hay millones de niños
que viven en la calle
y multitud de niños
que crecen en la calle.

A esta hora, exactamente,
hay un niño creciendo.

Yo lo veo apretando su corazón pequeño,
mirándonos a todos con sus ojos de fábula,
viene, sube hacia el hombre acumulando cosas,
un relámpago trunco le cruza la mirada,
porque nadie proteje esa vida que crece
y el amor se ha perdido
como un niño en la calle...

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A esta hora exactamente,
Hay un niño en la calle...
¡Hay un niño en la calle!

Es honra de los hombres proteger lo que crece,
Cuidar que no haya infancia dispersa por las calles,
Evitar que naufrague su corazón de barco,
Su increíble aventura de pan y chocolate
Poniéndole una estrella en el sitio del hambre.
De otro modo es inútil, de otro modo es absurdo
Ensayar en la tierra la alegría y el canto,
Porque de nada vale si hay un niño en la calle.

No debe andar el mundo con el amor descalzo
Enarbolando un diario como un ala en la mano
Trepándose a los trenes, canjeándonos la risa,
Golpeándonos el pecho con un ala cansada.
No debe andar la vida, recién nacida, a precio,
La niñez arriesgada a una estrecha ganancia
Porque entonces las manos son inútiles fardos
Y el corazón, apenas, una mala palabra.

Pobre del que ha olvidado que hay un niño en la calle,
Que hay millones de niños que viven en la calle
Y multitud de niños que crecen en la calle.
Yo los veo apretando su corazón pequeño,
Mirándonos a todas con fábula en los ojos.
Un relámpago trunco les cruza la mirada,
Porque nadie protege esa vida que crece
Y el amor se ha perdido, como un niño en la calle.

La tropa



Pasó la tropa cansada,
con sed, con hambre y furor,
cornadas tirando al viento
y mugiendo su dolor.

Protegidos por el poncho,
en alto la ronca voz,
iban detrás los reseros
revoleando el arreador.

Uno va en un zaino negro
cabos blancos; corredor,
(por el triángulo del poncho
se le insinúa el facón. . .).

En un tordillo nevado
 marcha el otro - pingo flor
en la estancia el preferido
de los peones y el patrón.

"¡Toro negro! ¡Toro bayo!
siga la "güeya"! Y la voz
repercute por los montes
como si fuese un clamor.

El crespín está cantando
su tristísima canción
que lleva angustia a las almas,
casi al caer la oración.

De repente el toro negro
de la tropa se "cortó",
pero el del "tordo" nevado
paleteando lo volvió.

Galopando por los cielos
van las nubes en montón,
y sobre los campos verdes
no quiere alumbrar el sol.

¡Y qué lindo es, por la "güeya”
cuando más calienta el sol,
ver un pájaro asentado
omo esperando su amor.

Como saliendo del monte
negra nube, dibujó
una culebra de fuego
y sordo ruido se oyó. . .

Se levantaron las guampas;
algún toro allí mugió. . .;
y el chajá, por los caminos,
su grito indígena alzó.

"¡Toro negro!, ¡Toro bayo!,
siga la "güeya"!. . . Y la voz
era la voz de los montes
por la lluvia que  cayó ...

¡Lindos ponchos colorados
con listas de otro color;
qué importa se hayan mojado
si se han de secar al sol!

Villancico


El niño duerme sonriendo (Arrullo nº3)



La noche con la espumita del río
te está tejiendo un encaje, mi niño.

Quiero la estrella del cielo más bella
para hacerte un sonajero, mi niño.

El niño se está durmiendo, sonriendo,
ah, ah, mi niño.

El niño se está durmiendo, sonriendo,
ah, ah, mi niño.

Quiero la estrella del cielo más bella
para hacerte un sonajero, mi niño.

Qué bello mundo es tu mundo, mi niño
ah, ah, mi niño.



Recitado: (adaptación de el "Romance del niño que todo lo quería ser" de Manuel B.Carrasco)

El niño quiso ser pez
y fue a la orilla del mar,
puso los pies en el agua
pero no pudo ser pez.

El niño quiso ser nube
y fijo el cielo miró,
volaba el aire en el aire
pero el niño no voló.

El niño quiso ser hombre, 
fuerte compuso la voz,
mas el mundo era tan suyo
que el niño, niño quedó.

Fueron pasando los años
y el hombre alcanzó su voz, 
y anduvo por esos mundos
mezclando dicha y dolor.

Y el hombre quiso ser niño, 
quiso ser nube, quiso ser pez, 
mas la playa era de angustia
y las nubes...el ayer.

Y el hombre va por el mundo, 
con razón o sin razón, 
y lleva un niño dormido, 
dormido en su corazón.


Qué bello mundo es tu mundo, mi niño
ah, ah, mi niño.

El niño se está durmiendo, sonriendo,
ah, ah, mi niño.

Lará lará...
ah, ah, mi niño...
Traila, la, la...
ah, ah, mi niño...

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El "Romance del niño que todo lo quería ser" en su versión original:

El niño quiso ser pez;
metió los pies en el río.
Estaba tan frío el río
que ya no quiso ser pez.

El niño quiso ser ave;
se asomó al balcón del aire.
Estaba tan alto el aire
que ya no quiso ser ave.

El niño quiso ser perro;
se puso a ladrar a un gato.
Le trató tan mal el gato
que ya no quiso ser perro.

El niño quiso ser hombre
y empezó a ponerse años;
le estaban tan mal los años
que ya no quiso ser hombre.

Y ya no quiso crecer,
no quería crecer el niño
se estaba tan bien de niño,
pero tuvo que crecer.

Y una tarde, al volver
a su placita de niño
el hombre quiso ser niño
pero ya no pudo ser.

La Cruz del Niño



"¿Quién le ha regalado esta cruz a mi niño?",
Preguntó llorando, María en Belén
"No ven que es muy niño
Y él no se da cuenta,
Cuando sea grande
Su cruz va a tener".

¿Quién le ha regalado esta cruz al niño?,
Sonajero mudo de madera y miel,
Miren como juega
Miren como ríe
A cualquier regalo
La prefiere él.

¿Quién le ha regalado esta cruz al niño?
¡No ven que un dedito
Se puede torcer!
¿No ven que le pesa
Y él no se da cuenta?
Que ya tendrá tiempo
De una cruz tener.

martes, 20 de diciembre de 2016

Canción de cuna de una torcaza


Rama tu vaivén, agua tu murmullo
por mi pecho pasan para hacerse arrullo;
cunita de espinas que el árbol me dió,
cunita de plumas que me saqué yo.

Duérmete mi niño, cuna y corazón, 
el bosque se duerme con ésta canción;
yo voy hasta el agua tu ropa a lavar
para que ella aprenda a reír y a jugar.

Porque duermas niño como quiero verte
te contaré cosas del mundo y la suerte,
anoche la luna perdió un alfiler
se lo encontró el tuco, lo volvió a perder.

Desnudita el alba ya quiso llorar
mi niña no llores, toma mi collar, 
y el bosque se duerme con ésta canción
duerme carocito de mi corazón.

miércoles, 30 de noviembre de 2016

Pichón


(Foto: Diego Gallego)

De un ranchito de terrón
al apagarse el lucero
como de un nido de hornero
se ve asomar un pichón,
su plumaje es un jirón
de lo que fue una bombacha,
una camisa de hilachas,
en el pescuezo un pañuelo
y arrastrando por el suelo
lleva un bozal y una guacha.

Parece que lo han tallado
con la punta de un cuchillo
y como crin de potrillo
tiene el pelo alborotado,
de la madre le ha quedado
en los ojos la belleza
y en el gesto de fiereza
se le adivina el coraje
que en su corazón salvaje
grabó el padre con firmeza.

Nunca tuvo un compañero
para llamarlo "su amigo"
y es el único testigo
de sus penas: "el Nochero";
él dejó de ser mañero
sintiendo en el costillar
apenas el talonear
que aquél pichón apuraba
cuando su cuerpo inclinaba
para hacerlo galopar.

No conoce las ternuras
de una mano cariñosa
y su frente sudorosa
jamás supo de dulzuras,
sabe sí de la bravura
con que lo acaricia el viento
y aprendió con el acento
de algún pájaro cantor
a saber lo que es dolor
y a qué se llama lamento.


martes, 29 de noviembre de 2016

Adios (Estilo)


(Pintura: Aldo Chiappe)



Yo soy la luz que declina
cuando la tarde se muere,
yo soy la espina que hiere,
condenada a ser espina;
soy la fugaz golondrina
que se fue y no volverá,
yo soy el eco que va
rodando extraños lamentos,
polvo que llevan los vientos
y que en polvo quedará...

Soy la taciturna sombra
sin amparo ni destino,
a quien nadie en el camino
ni la mira ni la nombra...
Yo soy la pena que asombra,
incomprendido dolor,
guitarra de un payador
que dejó su gloria trunca,
¡amor que no llega nunca
a pesar de ser amor!...

Soy hoja que arrastra el viento
desde el árbol desolado,
pájaro desorientado
que canta el propio tormento;
apagado firmamento,
sin la estrella de la suerte,
donde, más que viva, inerte,
-en las horas del capuz,-
sólo me alumbra la luz
del lucero de la muerte...

Yo soy la sonrisa triste,
la mueca disimulada
entre una pena callada
y un halago que no existe...;
gajo mustio, que resiste
sin el ropaje estival;
el agotado raudal
del río de tu alegría,
panal seco de ambrosía
que ayer fue rico panal!

Yo soy la penumbra vaga
que se pierde en las distancias;
la luz fátua de unas  ansias,
que se enciende y que se apaga...;
yo soy la maldita daga
de los crímenes de amor;
soy el horrendo fragor
de los deletéreos rayos,
la causa de tus desmayos,
la culpa de tu dolor!

Adiós, desde el fondo obscuro
de mi penumbra, te digo;
ni te amo ni te maldigo,
ni olvidarte te lo juro.
En este trance tan duro
anhelo, sólo, a la vez,
una tumba y un ciprés,
tu sombra imperecedera
a mi lado, cual si fuera
un centinela a mis pies!

domingo, 27 de noviembre de 2016

El cencerro



Melancólico cencerro,
cansado de rodar leguas,
al pescuezo de las yeguas,
por la llanura o el cerro;
tienes música de entierro
que hay veces que, con afán,
tu monótono "tan-tan"
nos brinda, en sus expresiones,
las errabundas visiones
de las cosas que se van....

Sólo pena y decepción
tu música sintetiza,
como la fría ceniza
de un extinguido fogón.
Una gran tribulación
siéntese, tu eco al vibrar;
y tienes, al repicar,
la canción con que te inmolas,
el mal de las tardes solas
cuando empieza a lloviznar...

Del monte espeso al guardarte
en la gran desolación,
comunicas la impresión
de que pronto has de apagarte...
Cual derrotado estandarte
te bates en retirada;
mas como la clarinada
de tu victoria final,
cantas un himno augural
¡el alma de la yeguada!

Entre el quebrar de las hojas
que amustia el alma campera,
te vas por la carretera
repitiendo tus congojas...
Grave tascar de coscojas,
de palenques el temblar,
se oye... y tu débil sonar,
ya a la hora del tramonto
es anuncio de que pronto
te tendremos que enterrar.

Yo no sé quién te inventó
(algún gaucho ha de haber sido)
ni en qué pago tu sonido
por vez primera se oyó.
Ignoro si alguien cantó
la pena que en tu son narras;
-armonía de guitarras
en postrer nota sensual-,
¡dolor del sauce otoñal
donde mueren las cigarras!

Tú fuiste la voz campera
que llenó los horizontes,
la música de los montes,
solaz del alma viajera;
consuelo de la tapera
cuando arreció el vendaval;
y con expresión cordial
has traducido a tu idioma,
¡la proeza de la doma
y las destrezas del pial!

Entre la fresca sonrisa
que de los campos emana,
parece que en la mañana
llamando, fueras, a misa...
El ave que va de prisa
detiénese al oír tu son;
y con recogida unción
se vuelve el campo profundo,
que no hay cosa en este mundo
sin su santa religión.

Tus graves melancolías,
tus azares, todos, son
inquietud y desazón
para las nostalgias mías.
Yo sé que en vano porfías
por recobrar tu vigor,
y advierto con sinsabor,
de tu música en los giros,
¡que tan sólo son suspiros
tus tintineos de amor!...

Te vas, música indecisa,
entre sombras y aleteos,
arrastrando los trofeos
de tradición, muy a prisa.
Lanza sarcástica risa
la fiera lechuza al verte,
y cual llorando tu suerte,
en la tarde que se va,
¡te está gritando el chajá
el alerta de la muerte!

Desde los montes (Estilo)


(Pintura: Silvina Aguilar de Cardoso)


En el espeso talar
donde se expande mi anhelo,
como el espejo del cielo
te quisiera reflejar...
Y la tarde al declinar,
entre la niebla confusa,
quisiera hacerte mi musa
y la flor quisiera ser
que encienda tu amanecer
y que perfuma en tu blusa...

Yo quiero ser turbio río
que se aclara en la barranca,
por darte, en su espuma blanca,
todo el profundo amor mío.
Puma montaraz, bravío,
en la selva de tu vida
quiero ser; y la florida
promesa del buen regreso,
rubricada con el beso
que tiene la despedida...

De la selva en la espesura
yo quiero ser el panal
de buena miel cordial
por si sufres la amargura.
Calandria de la voz pura
quiero, en tus ramajes, ser,
y así poderte ofrecer,
mi canción, como un reclamo,
en el marchitado ramo
de mis nostalgias de ayer...

Yo quiero ser el cedrón
que en tu ventana echa aromas,
como un nido de palomas
en una eterna canción...
Íntima modulación
del viento junto a las ramas,
la tumba de tus retamas,
quiero ser, sin artes necias,
y todo lo que desprecias
y todo lo que más amas!

Yo quiero ser tu cantor
y como un valiente pecho
subir, cantando, el repecho
de las lomas de tu amor...
Yo quiero ser el cultor
de tu dicha sin testigos,
y ampararte en mis abrigos
como se ampara en su afán,
la gran promesa del pan
en el oro de los trigos!

Quiero ser el árbol bueno
en que tu amor haga nido,
y en algún monte de olvido
darte mi aliento sereno.
El hondo suspiro pleno
de la gran naturaleza
quiero ser; y en tu tristeza,
-páramo de soledad-
dejarte la caridad
de mi infinita terneza.

En un fatal cataclismo,
todos del amor los lazos,
te recibiera en mis brazos
si rodaras del abismo!
En el espasmo del sismo,
de la noche en el terror,
del huracán al fragor,
frente al cruel destino adverso,
por el puente de mi verso
podrá salvarse tu amor!

Mas si al subir tú a la estrella,
moribundo el astro mío,
se apaga y cae al vacío,
me será la muerte bella.
Junto a Dios, sé que tu huella
ningún otro seguirá;
mi amor te perfumará
con su postrimero broche,
y en el dolor de mi noche
tu aurora reventará.

El pozo






Obscuro pozo sombrío
que poco a poco te agotas,
como las últimas gotas
de pasión, del amor mío;
las nostalgias del estío
parecen tornar a ti,
y aún estoy mirando aquí,
al volver la primavera,
a la moza quinceañera
de la bata carmesí.

Bajo la niebla invernal
tu silencio apesadumbra
como la fría penumbra
de alguna pena letal.
Tu alma triste, en el brocal,
trasunta graves congojas,
y en las margaritas rojas
que en ti van a perecer,
te canta el amanecer
la elegía de las hojas!...

En el musgoso crucero,
-cual símbolo de la muerte-
te da su chistido fuerte
el lechuzón agorero...
Solitario y lastimero
pidiendo agua el grillo canta,
y en la soledad que espanta,
el cielo, en su gran piedad,
para cubrir tu orfandad
arroja a tus pies su manta...

Cuando asoma la mañana
y el rocío va goteando,
parece que está llorando
tus lágrimas, la roldana.
La brisa, al pasar ufana,
te musita una canción,
y con íntima emoción,
quizá añorando tus cuitas,
las humildes tortolitas
gimen tu tribulación.

¡Viejo pozo de la estancia,
cuando el recuerdo llovizna,
me pareces una brizna
de tu pasada arrogancia!
Tu música, a la distancia,
era arpegio y era flor,
y en las noches de esplendor,
cuando brilla el plenilunio,
¡Cuántas veces su infortunio,
te ha contado un payador!

Yo te debo la frescura
de mis raudas primaveras,
como le deben las eras
al cielo, la mies madura.
A tu lado, mi ventura,
no tuvo fin ni control,
y entre embriagueces de alcohol
quemé todos mis amores,
¡como se queman las flores
en los incendios del sol!

Pienso que no puede ser
que, como el pájaro amigo,
torne a compartir contigo
tiempos que no han de volver!...
Tu altiva historia de ayer
hoy tan sólo habla de ocasos,
y como atado a los lazos
de algún designio fatal,
te debates en el mal
que te está haciendo pedazos!

¡Ojalá que pueda un día,
en tu frescura sin par,
la sed del alma aplacar
que padezco todavía!
Se muestra la lejanía
como queriendo llover...;
y en el triste atardecer,
ya sin el piar de un nido,
igual que un pájaro herido
está aleteando mi ayer!

Ya no está, ya no está aquí,
baldeando el agua dormida,
la buena moza garrida
de la bata carmesí.
No puedo olvidar en ti,
viejo pozo de la estancia,
tu pretérrita arrogancia,
tus madrugadas de amor,
y te sueño como a flor
que perfuma a la distancia...






sábado, 26 de noviembre de 2016

Flor de Romero (Estilo)


(Foto: Zorzal colorado /Turdus rufiventris)



Otra vez, como el zorzal
de la enramada campera,
vuelvo con la primavera
a tu florido rosal.
El gaucho sentimental
soy, que en tus rejas cantó,
y una lágrima vertió
cuando, a su dolor, tirana,
te asomaste a la ventana,
para decirle que no.

Y porque al fin comprendiste
mi querer grande y sincero,
le diste al gaucho trovero
lo que a ninguno le diste...
Yo borré  la pena triste
que estaba anidando en mí;
y cuando, cerca me ví
de triunfar sobre tus galas,
como un pájaro las alas
de mi esperanza batí!

Mas luego, en mi corazón
que era una planta marchita,
floreció la margarita
de mi perdida ilusión.
Mi guitarra su canción
alzó en la noche estival,
y en el florido rosal,
con singular embeleso,
dejó su vibrante beso
mi serenata triunfal...

El tiempo, a sus esquiveces
en el afán de acercarme,
me dio ocasión de alejarme
y de olvidarte cien veces;
pero yo, en mis altiveces,
firme al amor que juré,
más desde entonces te amé,
y apasionado en mi orgullo,
mi corazón sobre el tuyo
como una flor deshojé...

Pero a pesar del afán
con que mi labio te nombra,
a veces, como una sombra,
mis esperanzas se van.
Entonces pienso que están
lejos mis glorias que ví,
y al recordar que por tí
es la duda que me inquieta,
vuelve a clavar su saeta
la pena dentro de mí.

Por eso, cuando el dolor
en mi pecho hinca su garra,
en mi sentida guitarra
busco el perdido valor.
Y cuando en mi sinsabor
no puedo alzarme triunfal
y tu amor sentimental
recuerda al mente mía,
siento la melancolía
de aquella noche estival...



(Foto: Flor de romero/ Rosmarinus officinalis)

sábado, 5 de noviembre de 2016

La guitarra


(Foto del payador Gabino Ezeiza)



Tiemblan las cuerdas hervidas
al imprimirlas mis dedos
es de lamento el remedo
que me convida a llorar;
y es el ¡ay! de cada nota
cual si se fuera quejando
a mí me están enseñando
cómo tengo que cantar.

Esta guitarra que toco
y tiene tanta armonía
se liga a la vida mía
por una secreta unión;
sin ella yo no podría
cantar en este momento,
como canto con su acento
lamentos del corazón.

Es de pino y en un tiempo
gallardo en una llanura
con su gigante figura
se vió en los campos crecer;
allí anidó la torcaz,
la calandria y el jilguero,
hasta el loro barranquero
llegó su rama a romper.

O las noches de tormenta
que cuando relampagueaba
de lejos se divisaba
y allí se fué a guarecer;
luego sacando un cuchillo
dejó su nombre grabado,
diciendo: -"Me has amparado
otro día he de volver".

Su piña rica y hermosa
que cuando va madurando
se va de por sí volteando
de su base alrededor;
cuántas veces el viajero
el hambre satisfacía,
cuando cansado venía
a guardarse del calor.

A esa calma que le pinta
viene el furor estupendo
de algún huracán tremendo
sus gajos a quebrantar;
él se repone de nuevo
y vuelve a elevar la frente,
más ¡oh! martirio inclemente
lo empieza a codiciar.

Viene el leñador, lo mira
con un afán receloso,
diciendo que es muy hermoso
porque lo quiere cortar;
alza la vista a su copa,
al ver su talla gigante
con su hacha en el instante
él lo empieza a desmembrar.

Golpe tras golpe le asesta
hasta que al fin ya vencido
cae al suelo el pino herido
por el leñador sagaz;
y su copa portentosa
la cual tanta sombra hacía
queda convertida al día
en un tirante no más.

Al aserrador lo vende,
éste, luego en mil fragmentos,
lo corta y vende al momento
con muy diversa intención;
para bancos, para mesas
siempre se le da el destino
y la guitarra de pino
de general condición.

Ahora objetos tan diversos
cada uno llega a su esfera,
con la guitarra pudiera
un amante seducir;
porque oyendo los acordes
de tan precioso instrumento
va explicando con su acento
lo que él tiene que decir.

No es tan fina la madera
como encierra la armonía,
la perfecta analogía
que pretendía buscar;
en mi semblante, señores,
no se nota el sufrimiento
más se comprende al momento
porque lo expreso al cantar.

Cuando te extingas o mueras
no se ha de acabar tu gloria
quedarás en la memoria
del mortal que te formó;
se ha de acordar con orgullo
el amante afortunado,
que tú le has acompañado
cuando a una reja cantó.

Tal vez diga: -"La guitarra
que tenía era tan buena
que a mí me ha causado pena
cuando la he visto romper".
Por ejemplo, si en un clavo,
antes la tenía colgada
y la cuerda se cortaba
como suele suceder.

Después al grato recuerdo
de tan precioso instrumento
convertido en mil fragmentos
te han de querer conservar;
o si te cuelgan afuera
al pasar la brisa suave
lanzarás notas al aire
con acento funeral.

Tus cuerdas enmohecidas
las irá el tiempo cortando,
y la araña irá formando
un finísimo sedal;
luego, si el dueño no muere
llega por fin ese día
de que alguna mano impía
te quiera al fuego arrojar.

Tus cenizas esparcidas
alrededor de la lumbre
tal vez en el aire zumbe
del que te quiera quemar;
una armonía que él sienta
bastante desconocida
te desprendes de la vida
pero llorando no más.

Así yo como este pino
por el mundo divagando,
a todos les voy cantando
quien me pudo acompañar;
es tan sólo la guitarra
que en mi escabroso camino
acompaña mi destino
para ayudarme a llorar.

Quién sabe si con tu suerte
te conformas todavía,
lanzando dulce armonía
y habitando en un salón:
yo creo que aunque de seda
se compone tu ornamento,
quisieras por un momento
volver a tu condición.

Y yo tras de un imposible
corro siempre apresurado
y creía haberla tocado:
sólo lo puedo soñar;
haré como tú no puedes,
volver a ser lo que he sido,
también estoy convencido
que nada puedo alcanzar.

Confórmate con tu suerte
y yo también con la mía,
tú lanzando tu armonía
vas de mi lamento en pos;
como amantes desdichados
tú gimiendo y yo llorando,
vamos el mundo cruzando
hasta perdernos los dos.

Aunque tú eres insensible
al dolor y al sufrimiento,
como la palma que al viento
hace gemir al pasar;
la mano imprime tus cuerdas
y el dolor que yo sentía,
remeda con tu armonía
lo que tengo que llorar.

Plagiando el dolor humano
van las cuerdas con tu acento,
como autómata instrumento
por extraña voluntad;
pero yo que siempre canto
todas las penas que siento,
bien se comprende al momento,
la diferencia que habrá.

Tú guardarás el secreto
de la existencia de un paria,
hasta la última plegaria
que al mundo dedicaré;
serás la fiel compañera
que conmigo irá rodando,
y en todas partes cantando
las penas que yo pasé.

Tú serás la que del lecho
colgada a la cabecera,
quedarás cuando yo muera
mirándote al expirar;
y tal vez en mi agonía,
tendiendo hasta tí mi brazo,
al dar mi último paso,
te haga una nota arrancar.

De atardecida


(Pintura: Luis Nuñez)



Por la ventana mirando
mientras tomo un amargo,
de repente me hago cargo
el cielo está rezongando;
un potrillo retozando
pasa frente de las casas,
al criollo puro de raza
lo sigo con la mirada
mientras pongo "la tiznada"
a un costado de las brasas.

Salgo, muento en el tobiano
-vivaracho, coscojero-
lo cambio por el nochero,
petiso de pelo ruano;
lo desbazo de las manos,
el tuse le emparejé,
al potrero lo largué
por el monte reparado,
después que guardé el recado
freno y rebenque colgué.

El radio estaba prendido,
mientras cambio de alpargatas
dan la noticia ingrata:
¡otro poeta ha partido!;
me quedé mudo, perdido,
ya no sopla el pampero,
tampoco canta el hornero,
el cielo empieza a gotear,
mejor dicho a lagrimear
por Don Luis Domingo Berho.


Estoy muy triste pensando
en eso que ha pasado,
los pájaros han callado
a los pichones cuidando;
cuenta Chamorro cantando
de galpones carcomidos,
que la chata se ha rendido,
y el poeta, imaginando,
ve a un linye caminando
entre los rieles perdidos.

Despacio me va copando
la noche con sus hechizos;
un libro de Carlos Risso
recién estuve hojeando.
Una lechuza chistando
lo pone nervioso al perro,
el silencio del cencerro
me convida a descansar,
y antes de irme a recostar
acaricio el "Martín Fierro".



El agregado

(Dibujo: Eleodoro Marenco)



En un tiempo ya pasado
que se pierde en la distancia
en el puesto o en la estancia
solía verse al "agregado".
Si el patrón o el encargado
su permiso concedía,
él allí su real tendía
dando vuelta en la ranchada,
dedicado a no hacer nada
así pasaba los días.

En un potrero del bajo
él sus caballos largaba,
y alguna oveja carneaba
por hacer algún trabajo.
Y pa'no andar a destajo
meta mate en la cocina
si tenía lonja fina
trenzaba que era un primor
alguna linda labor,
completando su fajina.

Si una changa se le daba
debía ser de su agrado,
si era trabajo pesado
¡de seguro se enfermaba!
Cuando plata le faltaba
rumbeaba pa'l cañadón
a cazar algún nutrión
o tal vez un ave fina...
que cambiaba allá en la esquina
por yerba, naco o porrón.

La taba


(Foto: Ariel Achilli)


Para el gaucho de esta tierra
era una prenda la taba,
tan hondamente querida
como lo fué la guitarra;
y más para el gaucho aquél,
primitivo de la pampa,
el de chiripá bordado
y de tirador de plata;
ese que siempre llevó,
como consigna sagrada,
una cosa alta: el orgullo;
y otra cosa grande: el alma.

Ahora, en las pulperías
y en las tiendas de campaña,
es un delito "penado"
hacer uso de la taba.
También la riña de gallos
prohibióse a la paisanada;
y, tal vez, dentro de poco,
ha de callar la guitarra,
bajo el mandato implacable
de las leyes arbitrarias...

Cuando recuerdo estas cosas
que poco a poco se acaban,
siento como si mis ojos
juntasen algunas lágrimas...
Entonces pienso en mi vida,
que es lo mismo que la taba,
que a veces cae de suerte
y otras del azar se clava,
hasta que un día, como ella,
concluya: tal vez mañana...
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Tomado de "Agreste", 1917.-

miércoles, 26 de octubre de 2016

El Moncholito Ramón (Chamarrita)



La Mojarrita Palmira
buscaba para nadar
las aguas de más arriba
porque el sol la hacía brillar.

Decía que era de plata
el traje que Dios le dió
y sin piedad se burlaba
del moncholito Ramón.

Porque el moncholo era feo,
bigotudo y muy bocón
para colmo barrigudo
y de un triste color marrón.

Y así termina esta parte
que fue la presentación
de la mojarra Palmira
y el moncholito Ramón.

Una mañana Palmira
tomaba un baño de sol
y vino para comerla
un gran Martín Pescador.

Pero al ver lo que pasaba
el moncholito Ramón
abrió su boca grandota
y allí a Palmira escondió.

Cuando ya pasó el peligro
y la mojarra salió,
no vio pez en todo el río
más hermoso que Ramón.

Y así termina esta historia
con una sabia lección:
"De que lo lindo y lo feo
se encuentra en el corazón".


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Chamarrita de Alcaraz (Chamarrita)



Se rejuntó el bicherío
hace mucho tiempo ya,
a bailar la chamarrita,
chamarrita de Alcaraz.

Volando van los chasqueros
muy dispuestos a invitar
a Santa Fe un Teru-teru
y a Corrientes un Chajá.

Por entre arroyos y aguadas
se vino don Yacaré,
del brazo con la Tortuga
versados en chamamé.

Escoltados de un Carau,
un coqueto Tuyuyú,
un Cuis y un Capibaé
montao en la Curiyú.

Despiertan los musiqueros
la chamarrita mejor,
hay un Zorro guitarrero
y un Tatú con la acordeón.

Un Guasuncho bastonero
dio la Nutria a un Charabón,
la Iguana coluda y vieja
al Hurón por peleador.

Después de mucho bailar
dijo el juez, un Dormilón:
-"Es la pareja mejor
Comadreja y Vizcachón".

Se terminó la función,
cuento de nunca acabar,
cuando bailaron los bichos
Chamarrita de Alcaraz.





Brochero



Andaba el cura Brochero
en su mula malacara,
entre inhóspitos caminos
y entre antiguas rastrilladas.
Vestía bombachas viejas,
sombrero negro, alpargatas,
y no cabían más remiendos
en su gastada sotana.

Todos los pobres del pago
esperaban su palabra,
sentenciosa y pregonera
de la doctrina cristiana,
y hasta los ranchos lejanos
de las viejas Sierras Altas
cuando había algún enfermo,
el curita se acercaba
para llevarle consuelo
y la ayuda necesaria,
a veces, con un remedio
fruto de plata prestada.

Pidiendo perdón a Dios
solía pitar un chala
y otras veces, en su andar,
hasta un boliche llegaba
donde aceptaba gustoso
el convite de una caña.

No mezquinaba en prenderse
en partidas de barajas,
ya que era bueno en el truco
y con picarescas mañas
ocultaba, en ocasiones,
bajo el poncho, el as de espadas.

Con entera sencillez
el cura gaucho brindaba,
a todo necesitado
muestras de afecto y bonanza.
Apóstol de los humildes,
su obra quedó plasmada
en iglesias, en colegios
y en caminos que él trazara.

Siempre escaso de dinero
a los ricos se acercaba
usando, al solicitarlo,
el peso de sus palabras:
“tal vez no te lo devuelva,
te agradezco la gauchada”.

Visitando a los enfermos
de toda la grey serrana
contrajo la enfermedad
que a la muerte lo llevara.
La lepra apagó su vida
más no pudo con su alma
que a través de sus milagros
sigue viva, no se apaga.

Esa obra prodigiosa
que Brochero nos legara,
hizo que el Papa Francisco,
fiel a las leyes sagradas,
le diera, en su bendición
todo el poder de su gracia
y hoy es San José Gabriel
patrono de nuestra patria.

Afirman en “Tras la Sierra”
que en cada noche estrellada,
se ve una negra figura
en su mula malacara,
andando en los escarpados
caminos de las quebradas
para esfumarse de a poco
al ir floreciendo el alba,
dejando tras sí una estela
en forma de Cruz dorada,
simbolismo de bondad,
de amor, de fe y esperanza.


martes, 25 de octubre de 2016

Martín Fierro (Ballet folklórico Nacional - año 1999) Norma Viola & Santiago Ayala ¨El Chucaro¨






Liturgia Huarpe (Canción)


(Foto: Huarpes)


Cuando el cristiano se llegó 
cerro negro adentro
para sacar al indio de su patria
se quejó la montaña y crujió  
con dolor de siglos y milenios;
hizo el Tronador de sus abismos, bombo, 
el  Nevado  envejeció de nieves,
el Descabezado forjó ríos de lavas y cenizas
y llegó el lamento hasta las más altas cumbres
del majestuoso Aconcagua.

Montado en la sombra
jinete en la noche
huilla coyun pampa
de coirón su porte...

Ata al malonquero
que el Arauca esconde,
llanto de Upamarca
de la raza bronce
Iacapay huiliche
de nihuil bravía
tu suelo es mi suelo,
tu patria es la mía,
Viajero de estrellas
ya sin tu lauquen perdido
en las nubes te recordaré...







viernes, 21 de octubre de 2016

El viento me las dejó (Aire de milonga)




Hay coplas que nadie sabe
porque nadie las cantó,
nacieron en los caminos
y el viento se las llevó...

Y así fueron rebotando
por distancias olvidadas,
hasta quedarse dormidas
adentro de una guitarra.

La guitarra tomó al hombre
que se encontraba vacío
y regalándole coplas
lo fue manteniendo vivo.

Y dicen que desde entonces
si una copla se despierta,
el hombre vive en el canto
desde una guitarra abierta.

Hay coplas que nadie sabe
porque nadie las cantó,
el viento se llevó muchas...
pero algunas me dejó.

miércoles, 5 de octubre de 2016

Pirata de los ojos celestes (Gato)




Cuidado niño que juegas
con un bote de papel,
¡cuidado niño que juegas,
con un bote de papel!
Hay extraños en la costa
y te pueden sorprender...

Anda niño, vete a casa
mientras que puedas poder
y a la Virgen del Rosario
no olvides agradecer:
no te haya hecho carnada
algún caballero inglés.

Anda niño, vete a casa
mientras que puedas poder
y a la Virgen del Rosario
no olvides agradecer:
¡cuidado niño que juegas
con un bote de papel!



De allende los mares vienen
a todo garfio otra vez,
¡de allende los mares vienen
a todo garfio otra vez!
Piratas de ojos celestes
que quieren prevalecer.

Anda niño, vete a casa
mientras que puedas poder
y a la Virgen del Rosario
no olvides agradecer:
no te haya mandado a pique
algún caballero inglés.



Anda niño, vete a casa
mientras que puedas poder
y a la Virgen del Rosario
no olvides agradecer:
¡cuidado niño que juegas
con un bote de papel!

Doña Adela - su vida, un paisaje hecho canción.



Homenaje a Doña Adela Marogna de Londra y su compañero Don Rogelio Londra

realizado por Hugo Spiazzi.

Soy el Hijo del Puestero



Me he levantau' cabrero
bastante malhumorau'...
porque anoche me he enterau'
que el patrón busca puestero...
por mis ancestros camperos
rindiendo honor a mi gente,
seré yo quien se presente
al llamado del Patrón,
diciendo ¡¡¡Aquí está su peón!!!
del puestero descendiente.

Enfermo cayó mi Tata
y el patrón busca reemplazo...
mientras yo tenga dos brazos
seré quien cubra su falta...
en menos que un gallo canta
tendré la vaca ordeñada,
caparé la potrillada
y marcaré los novillos,
también domaré al potrillo
que se la tengo jurada.

Mala suerte tu destino
hasta mis brazos te trajo...
debo cuidar mi trabajo
voy amanzarte ladino...
te juro potro asesino
por mis ancestros camperos...
que tus humos de mañero
se terminan este día...
y gritaré con alegría
¡¡Soy El hijo Del Puestero!!

No se vaya creer Patrón
que no hay orgullo en el pobre...
aunque gurí soy un hombre
si hay que afirmar el garrón...
usted expondrá su razón
yo expondré mis condiciones...
no engrille mis ilusiones
que pal' orgullo no hay rejas...
usted me esplica sus quejas
yo les esplico mis razones.

En estos tiempos fuleros
un gurí debe aprender...
a saberse defender
si el invierno viene fiero...
déjeme Patrón que quiero
continuar lo de mi padre...
pa' que vea que su sangre
de criollo, gaucho, campero...
ya tiene un fiel heredero:
el que educó con mi Madre.

""Soy El Hijo Del Puestero""
Herencia de raza gaucha...
De alpargatas y de bombachas
sencillito y bien campero...
Soy de su sangre heredero,
brote de criolla raíz...
Soy orgulloso y feliz
al abrir esta tranquera...
con una ilusión campera
¡¡¡Pa' Mi Bendito Pais!!!

Destino cantor (Milonga)




Soy cantor de nacimiento
y muy sencillo al hablar,
siempre me gustó cantar
expresando lo que siento;
con hondura y sentimiento
voy marcando mis senderos,
versos al decir campero
en mi pecho se agigantan,
milongas en mi garganta
y un corazón guitarrero.

Soy un poco campechano
porque así quiso el destino,
me gusta andar el camino
y brindar firme, la mano;
es un gesto muy paisano
que siempre voy reflejando
herencia que iré llevando
en dos alas, mi desvelo:
una pa mantener el vuelo
y otra pa seguir volando.

Llevo en el alma canciones
que hablan de jineteadas,
de yerras y campereadas
con notables emociones,
y en distintas ocasiones
suelo cantarle al amor,
al puestero, al payador,
al que la patria levanta
y soy desde la garganta
más Argentino y cantor.

Me gusta andar el camino
para ver mejor la huella,
con el canto como estrella
se camina más seguro,
por eso no me apresuro
y me brindo en toda ocasión
y entrego de corazón
la chamarrita costera,
la milonga bien campera
con el pial de la emoción.

Soy de la patria del trino
donde se luce el paisaje,
donde a juerza de coraje
abrió la historia un camino
y en alas de ese destino
no ha de haber cosa mejor
que el de brindar con amor
la palabra agradecida:
y homenajear a la vida
con mi orgullo de cantor.

Cantor que canta su tierra,
es doblemente cantor;
que el de brindar lo mejor
a su folclore se aferra
y en la cultura queencierra
el más profundo valor,
seré la expresión mayor
por honrar este camino,
y cumpliré mi destino
de haber nacido cantor.