viernes, 30 de abril de 2010

Yo quiero las pulperías


Me gusta andar de tropero
y entrar en las pulperías
como es la costumbre mía
echao p'atrás el sombrero.

Me acollaro a un mostrador
y me quedo sin hablar
escuchando conversar
qués como apriendo mejor.

Claro está, que pa aguantar
pido -ojiando la tropilla-
una caña sin "golilla"
bien grande y sin bautizar.

Leche tomé cuando chico
-y, aunque sé que es alimento-
me gusta mandar pa adentro
algo que caliente el pico.

Quien me habla de pulperías,
si yo, dende muchachito
sin ser dueño de un frasquito
las quise pa siempre mías.

Allí, mi alma se desvela
porque un refugio encontró,
la pobreza me cerró
las puertas de cada escuela.

De noche, brilla esa "fosa"
pa encandilar luces malas,
y en ella quema sus alas
mi nocturna mariposa.

Ellas acortan mis viajes,
y además, siempre hallo en ellas
amistades en botellas
y grandes aprendisajes.

Viendo peliar aprendí
a no peliar ni mamao,
como aguantar a un "pesao"
y a tener confianza en mí.

En ellas ví que la caña
cambia al hombre más templao
y amuestra -estando mamao-
sus güenas o malas mañas.

Ayí he contemplao con pena
que el cristiano jugador
olvida el rancho y honor
jugando hasta plata ajena.

Se enciende su fantasía
-y el hombre que tiene un vicio-
abre igual un precipicio
si cierran la pulpería.

Si de estos pucho me valgo
no es el vicio defender,
pero es necesario crer
que el hombre precisa un "algo".

Ande hallo una pulpería
ato o maneo el bagual,
y pido una, a lo oriental
como es la costumbre mía.

Y en el mostrador pegao
copita a copa enrabada,
me encuentra la madrugada
como nacido parao.

Y, díganmé, ¿si cerramos
por mala la pulpería
el pulpero dónde iría?
Y los pobre ¿ande entramos?

Dios hizo espinas y flores
y yo -con mi sencia poca-
se quel hombre se equivoca
pero paga sus errores.

Dentrar a los clubes...¿cuándo?
con viejas botas o en pata
o barbudas alpargatas
que gasta el pobre changuiando.

Ayí entra el descamisao,
el montaraz, el linyera,
con chiripá de arpillera
o el ponchito ramaliao.

Y alza el humilde su voz
creyendo decir verdad
¿quién ñiega que por allá
tiene derecho andar Dios?

Dejenlé al pobre un rincón,
no sea cosa, que cansao,
tire el trabajo a un costao
y elija la rebelión.

Nido

(Foto: Eduardo Amorim)
Tal vez porque en él nací
en el recuerdo lo adoro,
cuando canto o cuando lloro
está palpitando en mí.
Vale más que un Potosí
en mi pobreza campera
y anque ya no es ni tapera
de despeinao y deshecho;
le queda el cielo por techo
como un poncho en la cumbrera.

La luz mala que encendía
en alguna noche mala
su desvelo sobre el tala
que la resguarda entuavía;
se apagó en la lejanía
de un viejo cuento olvidao
pero brillando ha quedao
en el recuerdo encendida
como un candil que a mi vida
le va alumbrando el pasao.

Allí ensillé el redomón
desvirador de senderos
y juimos dos compañeros
a camino y corazón.
Ayí volví cansadón
de buscar pago mejor,
suerte más güena y amor
pero al fin me he convencido
que la tibieza del nido
es el calor más calor.

El truco y la vida


Bien he podido alvertir
en los años que machuco,
que para ganar al truco
es necesario mentir.
Hay que tratar de impedir
que a uno le hagan la primera;
que si no de otra manera
y sin hacer mucho teatro,
al fin hasta con un cuatro
nos puede ganar cualquiera.

Se oye decir por ahí:
"los de ajuera son de palo";
y está bien, pero lo malo
es que no siempre es así.
No se debe dar changüí
ni yendo muy adelante...
tenga cuidao el que cante...
fíjese bien lo que dice;
y el que reniega y maldice
favorece al contrincante.

El que ve señas de ciego
que abra el ojo por si acaso,
y evite de dar un paso
que el descubra su juego.
Muestre valor y sosiego
por más temblando que esté...
y nunca pierda la fe,
que ligar no es estar lleno
y un cuatro puede ser bueno
según el juego se dé.

Se pueden tener quebrantos
andando entre gente guapa,
si una palabra se escapa
le pueden cobrar los tantos.
Y aunque hay en la flor encantos
y nos da fácil provecho,
quien la canta satisfecho
y con el alma contenta
a veces no tiene en cuenta
que está la contra en acecho.

Se debe de desconfiar
del que liga demasiao.
Hay que ser disimulao
y hay que saber semblantear.
No dejarse impresionar
si el contrario grita fuerte.
Aguantar la mala suerte
sin estropear el partido;
pero viéndose perdido
jugarse entero y a muerte.

El truco fue aprendizaje
pa echar la falta sin nada,
o enfrentarse el as de espada
sin más armas que el coraje.
En él aprendió el gauchaje
a jugarse en la partida...
a retrucar enseguida
o a ser prudente un segundo.
No hay otro juego en el mundo
más parecido a la vida.

Pa decirles lo que traigo


Traigo mi chata cargada
con el cereal del recuerdo;
y voy al tranquito lerdo
pa la estación de la nada.
Y mientras la caballada
se pega algún revolcón,
aprovecho la ocasión,
ya que en este pago caigo,
pa decirles lo que traigo
mientas corre el cimarrón.

Traigo el riendón que asujeta
al esquinero más tioco;
y al percherón, que lo evoco
invencible en la baqueta;
al costillar con paleta
asao con leña de vaca...
traigo la reja que ataca
al pajal del campo bruto,
y pal zorro más astuto
traigo la trampa y la estaca.

Traigo el gesto solidario
con el nombre de gauchada,
y a la gran depositada
que convocó al vecindario.
Traigo el triste comentario
de la piedra movediza.
Traigo la aurora rojiza
que iluminó mi querencia;
y el punto de referencia
del año de la ceniza.

Traigo el aspecto invariable
de la vieja sierra larga,
y el humo del tren de carga
de largura interminable.
Al hombre libre, inestable
llamado "pión golondrina".
Y a la más campera esquina
con su cancha de pelota
donde aún la fama rebota
del Manco de Teodolina.

Traigo el trapo de bandera
que en una varilla cuelga,
frente al macho de la melga
y junto a la cabecera.
Traigo la esquila a tijera
y el molino rezongón,
traigo el baile en el galpón...
y aquel amor verdadero
de la hija del chacarero
que se casó con el pión.

jueves, 29 de abril de 2010

Mi poncho


Ni pa chiripá me sirve,
de gastao que está, da lástima
cualquier caricia de viento
le despeina las hilachas.

Me conformo con mirarlo
colgao en la percha e'guampa,
está pa entibiar recuerdos
y amortajar mi esperanza.

Me enseña a querer la vida
con todas sus cosas malas.
¡Mire que anduvimos juntos
cruzando al alzar mi patria!

La primera vez que ensillé
pa dejar mi choza amada,
de mi pobre pilchería
era la mejor cacharpa.

Entre él y el chiripacito
le llevaron a mi mama
toda la noche zurciendo
con sueños, telas de arañas.

Lo lucí en los pericones
al cantar de mis rodajas
y arriando tropa, mil noches,
embanderó pamperadas.

Cuando sobre un potro crudo
un "larguen" grité a mis anchas;
él se hizo alcón en mi brazo
pa'lzar mi orgullo en sus alas.

Cuando una noche de luna
alcé mi novia en las ancas
lustrosas del pingo moro,
él se le echó por la espalda.

Pobrezas nomás juntamos
en largo andar por mi patria;
pero a caballo y de poncho
todo oriental se agiganta.

Por eso lo dejo ahora
colgao a la percha e'guampa,
pa entibiar noches de frío
con sus recuerdos me alcanza.

Mis teneres


Yo vivo en el umbral de una alborada
en un rancho nomás de estilo criollo
levantao en la orilla de un arroyo
ande cuelga el boyero su morada.

Lo que hay en su interior, no vale nada:
un lazo ramaliao en cada rollo,
una guitarra donde mi alma apoyo
y un par de bolas que perdió la indiada.

Y, nu es poco pa mí, que poco ansío,
lo que tuve lo dí, pa andar liviano
y anduve tanto que gasté mi brío.

Me suebra pa vivir lo poco mío:
la señal de la cruz pa usar mi mano
y la guitarra pa ahuyentar mi astío.

El potro entero


Sobre el testuz azul de una lomada
atajadora de horizonte lila
del sol rojizo y la azafrán pupila,
tiembla de un semental la clarinada.

Es salvaje señor de la manada.
Crinudo y montaraz, muestra intranquila
su testa herguida, donde el viento apila
ovillos de su crin enmarañada.

¡Hace temblar con un relincho el llano
y le lanza en carrera enloquecida!
De sol parece su pelaje ruano.

Cubre una loma la crinera blanca
del sol que sube a verlo ajigantado;
y el potro imita al sol ¡y trepa a un anca!

Señor, una gauchada

(Foto: Pedro Luis Raota)
Señor, te viá pedir de güeno a güeno
confiao en tu bondá bien demostrada,
un poco de élla, pa un hermano mío...
Ñués nomás que pedirte una gauchada.

Yo no tengo derecho pa invocarte,
ende muy chico no te rezo nada;
no me acuerdo de vos, si ando en la güena,
suelo acordarme sí, si ando en la mala.

A veces, pa ofenderte, no te ñego:
Si me chamusca el lazo en las pialadas,
si me quita el cabestro algún clinudo
y busca el campo repartiendo garras.

O, agarro en un fogón, sin darme cuenta
de la caldera muy caliente el asa;
nos hiciste flojones pa lo malo...
Nos hiciste más víbora que garza.

Pero sé que sos güeno. ¿Quién no ha visto
al pájaro que surca las distancias
pa trair un gusanito al pico abierto
de una espera sin plumas en las alas.

Y quien no ha visto a la tigresa madre
con qué amor sus cachorros amamanta
todo lo has hecho vos, de güeno y grande.
Como vas a negarme una gauchada.

No via pedirte por mi pobre hermano
lo que no hacés por otro; que esperanza,
él es aguantador pa las bicheras
y viene, como yo, de güena raza.

Lo templaron los soles y los fríos,
lo caroñó la vida despiadada,
y él pelió la pobreza sin doblarse
pa no ensuciar con barro su alma blanca.

Defectos tiene sí, pero a lo pobre:
se arrima a un mostrador a colar cañas,
se sienta a una carpeta a probar suerte...
y suele entretenerlo una guitarra.

Mas, vos que sos tan güeno y perdonaste
a tanto redotao por la desgracia,
echale una manito: que se cure.
Yo te voy a rezar por la gauchada.

lunes, 26 de abril de 2010

Un lechón de jabalí (foto: Eduardo Amorim)



Salí a buscar la lechera
con la orientación precisa:
una "charolai" mestiza
que andaba con la ternera.
Hija de un toro negro era
y le faltaba pal año...
¡Estaba linda!, sin engaño,
y al prestarse la ocasión
quiso carnearla el patrón
pa festejar su cumpleaños.

Había ensillao un gatiao,
traido de la cordillera,
un petiso criollo que era
mansito y muy bien domao.
Salí bien acomodao,
por supuesto decidido;
con el "Conito" aguerrido,
la "Tinto" muy cachorrona,
y el "Taco" que no perdona,
pal patrón es garantido.

Entré al cuadro del molino
y al llegar a un tajamar,
de allí pude divisar
el vacaje en remolino.
Como quien arrea un destino
el alambre recostaba,
lo saqué como si nada,
dentro de unos chañarales,
y rumbeando a los corrales
me le fui con la perrada.

Al tranco nomás, silbando,
diba la marcha pareja,
hasta que una vaca vieja
se ganó al monte trotando.
Por lo sucio, galopeando,
pa atajar, como destaco;
via a arrearla, me les atraco
pal lao donde que yo quería,
y un lechón vi que salía
por entre los alpatacos.

Cambia el rumbo de un guascazo
quien la intención agudisa,
y topé a la jabiliza
de mí, como a trece pasos.
Ahí le sacudí un balazo
pero se me escabulló;
lo sucio el monte, impidió
que le pudiera apuntar,
mas le alcancé a manotear
uno que el "Taco" apartó.

Lo vió el perro, como un rayo,
morderlo en la carretilla,
y cae, pisé una jarilla
cuando salté del caballo.
El monte no es como el playo
pa moverse con soltura,
y lo agarré, ¡se figura!
de la pata'aquél sotreta,
y abajo de la paleta
le mandé el de la cintura.

Cuando se hubo desangrao
lo aseguré, por supuesto,
con la ayuda de un cabresto
en el anca del gateao.
Y pa las casas rumbeao,
al ver que ya no podía,
seguir con esa porfía
y no encontrar la manera,
y la vaca y la ternera
la dejé pa'l otro día.

¡Y viera... y viera cuanto llegué!
en la mirada leía
de doña Olga la alegría,
cuando en el patio crucé;
yo también imaginé,
con una cuestión así:
¡cómo don Roberto allí,
pudiera como les digo,
compartir con los amigos
un lechón de jabalí!.

Y murió allá en "La Blanqueada".

Papel y lápiz en la mano,
el dueño de "La Blanqueada",
estancia criolla y mentada
allá en el norte pampeano.
Están roedaos los paisanos
del escritorio a la par,
es el día de arreglar
y al mediar de la mañana,
cuando suene la campana
será la orden de cobrar.

Pasó Segundo Torrilla
que está en el puesto'e la loma,
y como es hombre que doma
cobró el mes y la tropilla.
Después pasó Juan Mansilla,
un mensual acreditao
y el hijo de Justo Aldao
salió al tranco rezongando,
pasó adentro pensando
que este mes no le alcanzaba.

De uno a uno la peonada
fueron cobrando tranquilos,
pero el hijo de Cirilo
¡claro! al último quedaba.
Primera vez que cobraba,
entuavía es muy pichón,
entró con educación,
habló con gran sencillez:
-"Antes que me arregle el mes,
quiero que escuche, patrón"...

"Quiero comprarle el overo
que domó Fermín Videla,
el que me llevó a la escuela
casi seis años enteros.
su capataz Juan Cisneros,
hombre campero y derecho;
al verlo viejo, maltrecho
le abrió grande la tranquera
y lo largó campo ajuera
pal lote de los deshechos"...

"Le pedí una explicación,
quizás cosa de muchacho,
me dijo: -"lo mando al tacho
porque está viejo y panzón".
Tal vez él tenga razón,
es conocedor campero,
pero yo quiero el overo
ya que me marcó el camino;
no es justo que a ese Argentino
se lo coma el extranjero"...

"Yo lo miré entristecido,
salió al tranco, manqueando,
pa mis adentros pensando
lo noble que él había sido.
¡Cuántas leguas ha recorrido
sin mesquinarle distancias!
Mostró fuerza, mostró ansia
es por eso, patrón, quiero:
de que me venda el overo
para que muera en la estancia".

-"Cobre el mes... ¡vaya tranquilo!,
ya me ha hecho temblar la pera
no piensa de otra manera,
un hijo de Juan Cirilo.
Aunque mi vida en un hilo,
quizás esté sujetada,
doy mi palabra empeñada
a quien ha sido campero
y de viejo el pingo overo
¡se morirá en "La Blanqueada!".

domingo, 25 de abril de 2010

La primera vista

La conoció pa una fiesta
en la esquina: "La Totora",
bailaron hasta la hora
que se tuvo que ir la orquesta.
La cosa quedó resuelta
y a visitarla iba a dir,
por eso se ve venir
en el tordillo escarciando
y ella que lo está esperando
ya lo sale a recibir.

Y así, después de pasar,
hecha un vistazo al palenque;
hace un ñudo en el rebenque
y lo dentra a desatar.
Ya comienza a castigar
la bota con la sotera,
y se va la tarde entera:
palabra va, mate viene;
y el sol que no se detiene
resvala por la ladera.

La vieja se va a juntar
los huevos al gallinero,
y el viejo a atar los ternero
de las vacas de ordeñar
y él sin hacerse esperar,
viendo que el tiempo es escaso
va desenrrollando el lazo
y ahí cerca nomás el criollo
le tira con todo el rollo
pa pialar un sí ¡machazo!.

Los cachetes colorean
como tomates maduros,
y dos corazones puros
¡como locos beyaquean!
Las miradas se cambean
y ni cuenta se están dando,
que la pava está cantando
y hasta la tapa salpica
con ruido de perdiz chica
cuando se aleja volando.

Cuando la noche se viene
hace mención de marchar...
Con un: "¡Quédese a cenar,
total, ¿qué apuro tiene?",
risulta que lo entretienen
y en el lomo del tordillo,
la lana del cojinillo
con el rocío se moja;
mientras que hace las coscoja
contrapunto con un grillo.

Mis botas


Tan pronto lo desprendió
al bagualón del palenque,
como sotera'e rebenque
con la nuca chicotió.
Muerto lo desensilló
con tristeza el domador;
a cincha y a maniador
lo arrastró luego a un cardal
donde le sacó al bagual
las botas para el cantor.

Lindo regalo a mi ver
pa quien apreciarlas sabe
y las ha dejao de suaves
como guantes de mujer.
Al irmelas a poner,
cuantito las patas cruzo,
le tiro un recuerdo al chuzo
que me ha dejao al morir,
pa que yo pueda lucir
las botas de potro que uso.

Desde el día del estreno
es cosa de ver, paisano,
piso con ellas liviano
como pollo en patio ajeno.
Tiene un ancho más o menos,
de un bocao domador;
el tiento sujetador
que ata mis patas enclenques,
con un ñudo de palenque
pa sujetarlas mejor.

¿Las ato? con ñudo rosa
por fácil de desatar,
son muy lindas de calzar
de caña corta y sedosa.
Blanquitas, maravillosas,
mis botas de potro son;
antes cerca del jamón
las cortó el gaucho oriental,
pa usarlas con delantal
bolcao sobre el corrión.

Cada vez que visto el traje
que a la tradición me ata,
me gusta calzar las patas
entre el garrón de un salvaje,
como rindiendo homenaje
a su épico historial,
al facón tradicional,
el chiripá y las de potro:
hemos consagrao nosotros
como emblema nacional.

lunes, 19 de abril de 2010

Al montador estropeao

(Foto: Eduardo Amorim)
No olvidaré la voleada
del reservao aquél día,
cuando la gente decía:
"¡Ojalá que no sea nada!"
Tenía una pierna quebrada
pero me pude parar,
el saber que voy a sanar
no logra que me consuele,
porque lo que más me duele
es que no puedo montar.

En Las Chilcas soy puestero,
menos mal que está mi hermano,
que vino a darme una mano
mientras yo me recupero.
¿Qué sabe el que es estanciero
lo que es montar por pasión?
Por esa misma razón,
antes de que suelde el hueso,
tuve que sacarme el yeso
porque venía el patrón.

El error fue el engancharlo,
porque cuando se las puse,
se las bajé desde el tuse
como para degollarlo;
al sentarse sobre el marlo
cuando uno se las arrima,
capaz que no se lastima
si cae pegao al mañero;
pero yo caí primero
y el pingo me cayó encima.

¡Claro que el golpe es distinto
cuando se cae separao!,
porque hay que caer pegao
como moneda en el cinto.
Este yeso ya es el quinto
con algún clavo también,
van diez días y recién
seis que aguanto y no me muevo,
pa cuando muente de nuevo
¡ahí si, me via sentir bien!

Rancho caído

(Pintura: Ricardo Bossié)





Viejo rancho de terrón
me han dicho que te has caído,
ya no sos el tibio nido
que me abrigó de pichón.
Cuanto llegué la ocasión
retornaré a ese lugar,
sin pretender derrotar
el tiempo que nos golpea
y en el mundo de la idea
te volveré a levantar.

Cuantos recuerdos presiento
junto a mi menten andarán...
hasta mis padres que están
vivos en mis pensamientos.
Ya que los años y el viento,
han podido derrumbar,
la memoria de ese hogar
mi darle mis ilusiones
apuntalando emociones,
te volveré a levantar.

¡Cuántos se nos va perdiendo
si nos ganan los olvidos!.
El hogar, seres queridos,
despacios se nos van yendo.
Rancho viejo estoy sintiendo
que a tu lado debo estar.
Tus ruinas serán altar,
en donde a solas con calma,
por un instante en mi alma,
te volveré a levantar.


jueves, 15 de abril de 2010

El indio


Parado sobre el lomo
de su flete sin apero,
la figura del guerrero
es una estatua de cromo,
el sol que le cae de plomo
curte su torso bronceao,
su pelo negro, engrasao,
una vincha lo asujeta,
y aquél indio es la maqueta
de un tiempo nunca olvidao.

Por guerrero y buen jinete
supo su cuero ofrecer,
pa la patria defender
del invasor insolente,
con sus gritos estridentes
y sus lanzas tan temidas,
dispersaron en corridas
junto a los bravos soldados,
a aquellos que habían osado
ser dueños de nuestras vidas.

El indio pampa por cierto
tuvo momentos de gloria,
y para algunas memorias
fue el Rey de nuestro desierto,
cabalgando a cielo abierto
era una estatua viviente,
pero fue un irreverente
cuando en medio del malón,
diera muerte sin razón
a tanta gente inocente.

Es por eso que la historia
según sea quien la escriba,
se ha de perder en diatribas
cercenando tu memoria,
para algunos, tendrás gloria,
y en otros olvido eterno,
y andarás de cielo a infierno
en las mentes Argentinas,
y tus raíces genuinas
serán sol de nuestro invierno.

¡Que a ella la perdone Dios!


-"Hijo te he de contestar
la pregunta que me has hecho
y te aseguro del pecho
un dolor me he de quitar.
Dices que al ir a estudiar
a la escuela por la tarde,
allí una lengua cobarde
de guachito te ha tratado
y al instante te ha gritado
de que no somos tus padres".

"Yo no se cómo empezar,
daño no quiero hacerte,
triste no quiero verte
tampoco oírte llorar;
pero debes aguantar
porque es triste la verdad:
Sí, yo no soy tu papá
pero te amo como padre
y esa que tienes por madre,
esa tampoco es tu mamá".

"Ya trece años han pasado,
solo contabas tres días,
desde entonces la alegría
en nuestro hogar ha reinado,
pero ahora que has logrado
esa verdad descubrir,
sólo te quiero pedir
que aguantes como varón
y poné mucha atención
porque mucho has de sufrir".

"La mujer que te echó al mundo
tal vez para evitar la ofensa
o del pueblo la vergüenza
te tiró a un pozo profundo.
Fue un accionar iracundo,
cuando recuerdo me espanto
y pienso, vertiendo el llanto;
ella que al mundo te echó
nada de valor te dió
y para mí vales tanto".

"Pero por suerte la vió,
ocultándose un vecino,
que hasta mi casa se vino
y el caso me relató.
Enseguida corrí yo
cerca un alambre agarré,
con el que un gancho formé,
y al verte con la linterna
enganchándote una pierna
muy tembloroso te alcé".

"Tu madre te abandonó
al tener el alma impía,
(la que te crió fue tu tía
que de niño te mimó;
de "tía" la tratás vos
a tu madre verdadera);
que siendo una gran ramera
como hijo te negó,
pero tu tía te crió
como madre y compañera".

Hijo, m'hijo esa es la verdad
que debés reflexionar...
si la podés perdonar
a la que es tu mamá.
Y dijo el hijo al papá,
y una lágrima rodó:
-"Papá ...la vida me salvaste vos
y eso me negó mi madre,
sólo ustedes son mis padres;
que a ella... ¡que a ella la perdone Dios!".

Las reliquias de la estancia


Algo les quiero contar
pasó entre el patrón y el peón
y en bien de la tradición
yo lo quise rescatar.
Tamaño gesto ejemplar
hace unos año que fue,
muy comentado despúes,
y eso me pone feliz
fue allá en la estancia "San Luís"
pagos de Santos Unzue.


Por el peón voy a empezar,
su nombre Segundo Auza,
el que sin prisa y sin pausa
jamás pensó en aflojar.
Una conducta ejemplar,
hombre de gran condición
de machaza educación;
el que luchó desde abajo,
cuarenta años de trabajo
al servicio de un patrón.

El patrón, un gran señor
muy correcto, muy amable
y una conducta intachable
llamado Eduardo Lalor
Pero el tiempo es andador.
y no detiene su vuelo
y él no puede hallar consuelo,
le quedó un dolor profundo,
cuando su peón don Segundo
se fue a los campos del cielo.

Al otro día temprano
cuando juntó la cuadrilla
le sobraba una tropilla
y le faltaba un paisano.
Ahí está el gesto soberano
que muestra un patrón campero:
llamó a su mensual puntero
y le ordeno de soslayo
-"¡Vaya, vaya ... y suelte esos caballos
en el fondo del potrero".

"Y cuando venga el tachero
que ni los mire siquiera,
de esa tropilla campera
no comerá el extranjero.
Que anden sueltos en el potrero,
de atenderlos ponga empeño,
yo quiero cumplir mi sueño
y acá esta orden le estampo:
que se mueran en el campo
como se murió su dueño".

Y en los días de recuento
de yeguas , vacas y ovejas
jamás se escuchó una queja,
ni se buzcó un argumento;
se anotaba en el momento
a un costau de la planilla,
con letra clara y sencilla,
que en premio a tanta constancia
son reliquias de la estancia
los nueve de la tropilla.


Elegido pa un amigo


Amigo le via obsequiar
un pingo pa' su tropilla,
se que usted buenos ensilla
y este se ha de entreverar.
Ya lo tengo pa' enfrenar
en cuanto afloje la luna
y ni bien me sea oportuna
la ocasión ya se lo mando
pués pa' ese lao va tropiando
mi amigo Lisandro Altuna.

Es hijo de una gateada
que fue mi mejor madrina
y un overo de raza fina
de la estancia " La Cinchada ".
En cuanto vea su fachada
verá que es criolla su raza
y si no me lo disfraza
cortando su cola al marlo
mas de uno va a ponderearlo
porque su estampa es lindaza.

Aunque usted tiene experiencia
en cuestiones de baguales
pienso que lo mismo vale
que le haga estas advertencias:
va a porfiar pa´la querencia
pero no pasa alambrao,
lárguelo no mas confiao
ni aunque tenga romerillo
pues lo conoce de potrillo
porque aquí hay cuadros plagao.

Pa´agarrarlo le he enseñao
que pare a mano ande quiera
sin esconder la bajera,
bozal , rienda , ni bocao
de la tropilla cortao;
nombremeló por su pelo
y atraquesé sin recelo,
que una vez que le da el frente,
se ha de quedar mismamente
como clavado en el suelo.

Tenga cuidado al montarlo,
que es medio ariscón de abajo,
pa que no le de trabajo
que tranquee ha de dejarlo;
tampoco vaya a apurarlo
pa pasar un alambrao,
si está en el suelo tirao
porque si por ahí se enrieda
pienso que ahí si, tal vez pueda
tenerlo medio apurao.

Aunque de arriba tirao
salió una seda en la boca,
da vuelta en cuanto lo toca
pa´cualquiera de los lao,
aunque todavia de bocao;
pa´enlazar es un pingazo
y si tiene a campo raso
que curar un abichao
es de dejarlo enlazao
y dírsele por el lazo.

Es pronto en la atropellada
pa´volear abajo el tuse
y pa´largárselo al cruce
a la vaca mas pesada
las leguas no le hacen nada
cuando dentra a galopear
se arma lindo pa´tranquear
y usted que tiene emprendao
le va a lucir el recao
si se ofrece desfilar.

Nunca muy jinete fui,
ni soy domador de oficio,
yo solo despunto el vicio
domando alguno pa´mi.
Este pa' usted lo elegí
porque le vi condiciones
ahora si ande uste lo pone
un poroto no se anota,
pa´sacarle un par de botas
tiene dos buenos garrones.

lunes, 12 de abril de 2010

El orgullo de un puestero


(Foto: Eduardo Amorim)


Nicasio Hernández, puestero,
que está en la estancia "El Badajo";
el que luchó desde abajo
por ser honesto y sincero,
reconocido campero
para el lazo como mandado,
una noticia le han dado
que le ha hecho pensar distinto;
su hijo mayor: el Jacinto,
quiere estudiar de abogado.

¡La pucha, qué sacudón!
¡Virgen Santa, quién diría,
recibió tanta alegría
que se llenó de emoción.
Sintió su orgullo tocar:
¡Cómo no lo voy a ayudar
aunque la carrera es larga!
yo he de llevar esa carga
pero mi hijo va a estudiar!

Rosaura su compañera,
que muy atenta lo escucha,
también se une a la lucha
surce y teje para afuera,
como es buena cocinera
prepara almuerzo y merienda;
y pa que Jacinto entienda
que hay que cuidar los gastos,
hoy le ha llenao un canasto
pa mandarle una encomienda.

Los años fueron pasando
cumpliendo su itinerario,
Jacinto universitario,
en La Plata está estudiando.
Los ahorros fue gastando
en lápiz, libros, planillas,
comida, pensión, cartilla
y el padre va a negociar:
el recao de dominguear,
la madrina y la tropilla.

El recao de dominguear
se lo vendió al mayordomo;
está en la estancia "El Palomo"
y le gusta desfilar.
Pero no le va aflojar,
es pa el trabajo constante;
mientras piensa a cada instante,
mientras masetea algún cuero;
¡qué orgullo pa un puestero
tener un hijo estudiante!

Uno a uno los tostao,
de a poco los fue negociando,
algunos los fue cambiando
por tacho y los ha cargao,
el cencerro está callao
y ya no suena para nada,
su música está callada
y no sale a alegrar distancias,
porque le vendió a la estancia
la yegua pa la manada.

Quedó pa la fotografía
los tostaos y la azuleja,
y en la foto se refleja
lo que pasó en esos días.
Pero hay machaza alegría
porque en el puesto han colgado
un diploma que ha llegado
escrito con letras grandes:
que dice: "Jacinto Hernández
recibido de abogado".


miércoles, 7 de abril de 2010

Monte callado


Quisiera entrar una tarde
en ese monte callado
adonde solo se escuche
la marcha de mi caballo

Total que le importa a naide
lo que yo vaya pensando
en las dichas que he vivido
o en la pena que me aguanto

Tal vez que alguno comente
que solo va ese paisano
y yo apenas si soy basta
pa' soportar lo que cargo.

Soledad, no la conozco
siempre voy acompañado
por cosas que uno ha vivido
o que el viento le ha arrimado.

Por eso quiero una tarde
d'entrar al monte callado
adonde solo se escuche
la marcha de mi caballo.

Chiflar pa' que, de que sirve,
mejor enciendo un cigarro
y sentir que me voy yendo
mientras se quema el tabaco.

martes, 6 de abril de 2010

Soledad Montoyera


Veo el monte juntar sombras
mientras pesco en un ramblón,
un domingo de los peores
solito mi corazón.
El perro ha venido a hecharse
aburrido como yo,
atado cerca en un limpio
pastea mi mancarrón.

Como a una vara del agua,
vuela el Martín Pescador,
como aguaitando el momento
de pegar el zambullón.
Me dió como descontento,
vine a dar a este rincón;
ya ni me gusta hechar humo...
masco el tabaco mejor.

Uno es peón de campo, ¡claro!
es carrero, es arador,
es tropero en ocasiones,
y de a ratos domador.
Sabe trabajos de monte,
de guascas y de galpón,
sabe remediarse en todo
pero siempre anda pobrón.

Me pongo a escuchar las aves,
y del vacaje el rumor;
no me interesa el anzuelo
hay puro descarnador.
Grita porfiado el carau,
y el carancho alzo la voz
y sigue el protestadero
como viejo rezongón.

Raya el aire atardecido
del bañado el rayador,
la gallineta de lejos
manda su grito burlón.
Llamo al perro, monto el bayo;
el domingo terminó,
mañana será otro día
solito mi corazón.

Jinete




Chaqueta y bombacha blanca,
bota'e potro bien calzada;
una manttita tersiada
y sombrero con retranca.
Medio chuecón cuando arranca
es su paso al caminar,
y dentrando a conversar
su palabra es sentenciosa:
pero sus ojos retozan
si se habla de jinetear.

Conoce a la perfección
los potros que él ha montao,
y no hay nombre "reservao"
que no esté en su colección.
Habla con admiración
de aquél que lo pudo andar,
y recordando el lugar
donde le tocó caer:
dice que quiere volver
si se lo vuelven a dar.

Con el cuero o encimera
no le teme a ningún chuzo;
si el sorteo lo dispuso
su turno nomás espera.
Se enhorqueta de primera
y sin hacerse esperar
ya comienza a revolear
pero si el flete es atroz,
él prefiere hechar el dos
antes que entrar a charquear.

Siempre será orgullo de él,
ir pegao como un abrojo;
rayar hasta cerca 'el ojo
y menear lonja sin yel.
No pedir ni dar cuartel
al bagual más soberano,
después como buen paisano
juntar aplauso y bocina,
en ancas del que apadrina
con el sombrero en la mano.

Así es nomás el jinete,
un lujo pa esta nación;
honra de la tradición
sobre el lomo de los fletes.
El que a los potros somete
en el lance más violento,
él que va adornando el viento
con lonja y habilidad:
y al que la argentinidad
ya le debe un monumento.

Apadrinador (Triunfo) y Caramba con la charqueada

Se hace un arco el salvaje
y el criollo bravo,
sobre el lomo va pegado.
Encara el potro fiero
para un costado
y ya se armó el desparramo.

Por la parte de afuera
muy bien montado:
el que apadrina está al lado.
Le corta el rumbo al chuzo
de un santiguado
el hombre pa eso es baquiano.

Laralaralalaaila
laralaraila
al que apadrina he nombrado!.

Después cuando el sotreta
sale en carrera,
el que apadrina se juega.
Como es muy de acaballo
se le aparea
y como un mimbre se arquea.

Lo saca del montado,
si ud lo viera,
como si muy fácil fuera.
Y en el anca e su flete
ya lo pasea...
y él ni lo mira siquiera.

Laralalalaila,
laralalaila...
¡apadrinador quien fuera!

..........................................................

Era un flete oscuro, ¡caramba!
del lao de Tandil,
Era un flete oscuro, ¡caramba!
del lao de Tandil.
Mentao en el pago, ¡caramba!
y me toco a mí,
mentao en el pago, ¡caramba!
y me toco a mí.

Me até las espuelas, ¡caramba!
antes de subir,
me até las espuelas, ¡caramba!
antes de subir.
Le dije al del palo, ¡caramba!
va ser pa sufrir,
¡Qué chuzo más condenao, ¡caramba!
se arqueba pa todos laos, ¡caramba!
y yo bien pegao.

Y lo fui llevando, ¡caramba!
sin dejarlo armar.
Y lo fui llevando, ¡caramba!
sin dejarlo armar.
Rayandolo arriba, ¡caramba!
meta castigar.
Rayandolo arriba, ¡caramba!
meta castigar.

Después de confiado, ¡caramba!
me quise florear.
Después de confiado, ¡caramba!
me quise florear.
Y en un abalanzo, ¡caramba!
tuve que charquear,
y en un abalanzo, ¡caramba!
tuve que charquear.

¡Caramba!
Ya lo tenía entregao, ¡caramba!
al oscuro condenao, ¡caramba!
y esto me ha pasao.

Pa' la gente de trabajo



Dedicado al gran jinete de la familia que fue Pío Silveyra!
.................................
El sábado amaneció
con tupidos nubarrones
y el tiempo se hizo opiniones
de: "¿irá a llover o no?",
pero esto no incomodó
para empezar la jornada.
Se juntó la caballada
y entre la manga y tranquera
el ruido de las tijeras
sonó con gusto a tuzada.

Durante todo ese día
se trabajó pa'el siguiente,
demostrando aquella gente
saber muy bien lo que hacía.
El patrón que dirigía,
ordenaba la cuestión,
y al mirar con atención
desvasar a los caballos;
al ver que rengueaba un bayo
le ató una cerda al garrón.

Y antes que amaneciera
el domingo para doma:
churrasco, mates y bromas
adornaban la matera.
Y porque el tiempo no espera,
la luz lo corre al lucero;
ya todos se dispusieron
a comenzar sus labores:
con el lazo, acarreadores,
el que ensilla y palenquero.

Y encarando pa'los corrales
porque hay que clasificar,
y con el nombre anotar
a todos los animales.
Antes, descuelgan bozales
y lazos del corredor;
y un buen apadrinador
el tiempo lindo celebra,
con un porrón de giñebra
que alcanzó el anotador.

Y aura sí no falta nada,
se ha puesto en todo cuidao:
los caballos bien ataos,
las espuelas destrabadas;
en el palenque amarrada
la bandera azul y blanca,
y llega, luciendo el anca,
un lazo nuevo el patrón;
con su felicitación
diciendo: "¡Mi gente es manca!".

Y cuando ya son las diez
y la gente se avecina,
para empezar de las clinas
y no aflojar más después.
Será el aplauso, tal vez,
pa'l flete o pa'l domador;
mas yo que nací cantor
y aprendí a mirar de abajo:
¡pa' la gente de trabajo
será mi canto mejor!

domingo, 4 de abril de 2010

Quisiera ver el fogón


Quisiera ver el fogón
como en los tiempos de antes,
en la estancia de Ferrantes
donde trabajé de peón;
las cosas que ya no son
hoy vuelven a mi memoria
y este verso es una historia
pa'dos hermanos queridos
que nunca echaré al olvido,
¡que Dios los tenga en la gloria!

Me parece estarlo viendo
a Santiago, mi patrón,
venir derecho al galpón
siempre contento y sonriendo:
es que a veces yo no entiendo
y hasta me cuesta creer
que ya no lo vuelva a ver
ensillar como él lo hacía,
buscarme pa'compañía
y salir a recorrer.

Galpones, mangas, corral
y hasta el monte de eucalipto
habrán quedado guachitos
allá en "El Espartillar",
porque ya no ven pasar
a ese paisano jinete
montado en un brioso flete
y de tanto recordar
me dan ganas de llorar
aunque a alguno creer le cueste.

Don Santiago y Don Alberto
se fueron rumbo pa'l cielo,
muy grande fue el desconsuelo
cuando estos gauchos se han muerto:
todo lo que digo es cierto
-pienso que nadie se asombre-,
fueron gente de renombre
y grandes seres humanos,
que me tendieron la mano
frente al daño de otros hombres.

Don Alberto fue intendente
de Ranchos más de veinte años,
y los pueblos aledaños
siempre lo tendrán presente:
nunca se negó a la gente
tratándose de un favor,
ni remedio ni doctor
los pobres nunca pagaron,
porque a nadie le negaron
sin preguntarle el color.

El día doce de octubre
en Ranchos no existe más,
y del peón al capataz
todos de luto se cubren,
lloran las viejas costumbres
y los festines camperos,
lechones, asado con cuero,
gallinas, locro, empanadas...
hoy quedó todo en la nada
lo nuestro y lo verdadero.

A la familia Ferrantes
que a tanta gente ayudó,
en el verso pido a Dios
que sigan siempre adelante,
aunque yo quede constante
escribiendo estas poesías
en una celda sombría
donde me encuentro alojado.
Vaya este verso encerrado
de Martínez, Juan María.