lunes, 12 de abril de 2010

El orgullo de un puestero


(Foto: Eduardo Amorim)


Nicasio Hernández, puestero,
que está en la estancia "El Badajo";
el que luchó desde abajo
por ser honesto y sincero,
reconocido campero
para el lazo como mandado,
una noticia le han dado
que le ha hecho pensar distinto;
su hijo mayor: el Jacinto,
quiere estudiar de abogado.

¡La pucha, qué sacudón!
¡Virgen Santa, quién diría,
recibió tanta alegría
que se llenó de emoción.
Sintió su orgullo tocar:
¡Cómo no lo voy a ayudar
aunque la carrera es larga!
yo he de llevar esa carga
pero mi hijo va a estudiar!

Rosaura su compañera,
que muy atenta lo escucha,
también se une a la lucha
surce y teje para afuera,
como es buena cocinera
prepara almuerzo y merienda;
y pa que Jacinto entienda
que hay que cuidar los gastos,
hoy le ha llenao un canasto
pa mandarle una encomienda.

Los años fueron pasando
cumpliendo su itinerario,
Jacinto universitario,
en La Plata está estudiando.
Los ahorros fue gastando
en lápiz, libros, planillas,
comida, pensión, cartilla
y el padre va a negociar:
el recao de dominguear,
la madrina y la tropilla.

El recao de dominguear
se lo vendió al mayordomo;
está en la estancia "El Palomo"
y le gusta desfilar.
Pero no le va aflojar,
es pa el trabajo constante;
mientras piensa a cada instante,
mientras masetea algún cuero;
¡qué orgullo pa un puestero
tener un hijo estudiante!

Uno a uno los tostao,
de a poco los fue negociando,
algunos los fue cambiando
por tacho y los ha cargao,
el cencerro está callao
y ya no suena para nada,
su música está callada
y no sale a alegrar distancias,
porque le vendió a la estancia
la yegua pa la manada.

Quedó pa la fotografía
los tostaos y la azuleja,
y en la foto se refleja
lo que pasó en esos días.
Pero hay machaza alegría
porque en el puesto han colgado
un diploma que ha llegado
escrito con letras grandes:
que dice: "Jacinto Hernández
recibido de abogado".