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lunes, 2 de junio de 2014

La Milonga



Amenizando las veladas de los descansos
bajo las constelaciones
al resplandor de la llama
con hipo de los candiles
que jadeando junto a la carreta
como en un cansancio de mil leguas
borroneaban de luz la oscuridad
llegó la guitarra al pueblo

pero desertó enseguida

se ahogaba entre los horizontes rotos
le lloraban los estilos
nostalgia de campo abierto
le dolían los malambos
embrujados de nazarenas

se refugió en el arrabal
aledaño a la llanura

desde allí
se asomaba al mostrador de los boliches
a respirar inmensidad
o salía de las tertulias borrosas
a refrescarse de atardeceres gauchos
a esa hora en que la noche recoge las estrellas
y allá atrás del horizonte
las va pasando a degüello
para ensangrentar la aurora

y como el hijo del gaucho
sin dejar de ser gaucho
dio en el compadre
sin dejar de ser gaucha la guitarra
se hizo orillera

por su gestión estética
para arrimar en el tiempo
se injertó de presente
y así retoñó
la milonga

esa garúa musical con que los payadores
amasaron el barro pampa de sus cachorros líricos
y a cuyo ritmo fácil
en los contrapuntos
se cruzaban de un viaje los temas

claro
con dos arpegios engallados a un ritmo
se componía una milonga sencilla
sencilla y aguantadora
como para meterle con todas las cuerdas
y hasta que las velas no ardan

como le metía el Negro Gabino
en cuyos dedos la milonga fue toque de carga
como fue también
astro preponderante en la noche
el revés de su frente
estrellada por dentro

El Estilo



Como una vieja tranquera
galvanizada de adioses
toda enmohecida de ausencias
que vuelve a abrirse
una tarde aceitada de regresos,

se abrió la guitarra gaucha
como una ventana al cielo
cuando del fondo mismo de las edades
haciendo pie en el ancestro
se le asomaron las albricias
de un mundo nuevo
y así nació
el estilo.

Como otra guitarra
con bordonas de sangre
vibrando entre sus manos
acordara su temple a sus ardores
pulsó el gaucho ahora a una mujer

y descubrió el amor...

No el amor que bramara en su instinto
sino el amor que sube de la entraña
y se hace humedad en los ojos
silencio en las bocas,
adoración en las frentes
y al enfrentarnos los pechos
nos va prendiendo las almas
como con broches de luz.

Y en el rogar forastero
del estilo quejumbroso
va su amor esperanzado
como un cachorrito ciego
aullando sobre los rastros
de la mujer de sus sueños.

Es en el estilo
profundo de hondura psicológica
donde la guitarra de los gauchos
raya a la mayor altura.

En él,
en sus cuerdas afinadas
de urgencia inédita
palpita en potencia lo eterno.

El estilo es el canto de la raza
reclamando el nido tibio
donde empollar la nidada
que ha de cumplirse en el tiempo.

El estilo es el grito del institnto
sutilizado en lamento.

El estilo
llora ausencias de mujer.

Vidalita



Pero es en la vidalita
donde la guitarra de los gauchos
se sale de entre la caja,
baila sobre la llanura
se emponcha de sol
mira alrededor
y descubre el paisaje.


Intuye el arte
y se hace pintora
y aunque no ahonda en la naturaleza
nos da por lo menos
su reflejo...

La vidalita
es auténtica pena india
que parece pintara
describiera, comentara musicalmente
toda la enorme tristeza,
toda la angustia infinita
en que se abisma la pampa
desde que
horrorizados de su desolación
la dejaron abandonada
para siempre los horizontes.

La Cifra



Exhaltación de coraje fue también
la cifra

en cuyo galope heroico
siguió acuchillando el aire
con el grito engallado de las primas
y el rumor tumultuoso de las bordonas,

la misma tragedia enorme
que ardió en el refucilo de los aceros
y vibró en el tronar de los trabucos,

cuando en pos de una bandera
que el viento estaqueaba
contra la luz del cielo
llevando la muerte jineteando
en el filo de los corvos

y la victoria encandilada
en el filo de las moharras;
cruzó cargando la montonera gaucha
sobre el silencio verde de la llanura
percudida
por los clarinazos enronquecidos
de putear coraje.

La cifra se usaba también
para cantar de contrapunto,
o para acompañar historias
o relatos de sucedidos,
enancados en ellos
iban estirando los pagos
las mentas de los matreros
y llegaban a los confines
a horrorizar las ranchadas
los estragos del malón.

La cifra
fue el mester de juglaría
en que se cantó gesto a gesto
toda la epopeya que la raza
hilvanó a coraje limpio,

para el gaucho
el hombre no valía
sino como afirmación de lucha
y de ahí
que ninguno de los personajes de su literatura
se moviera en la naturaleza
sino que mas bien
se revolvía entre sus instintos.

El Malambo



Exhaltación al coraje fue
por ejemplo
el malambo.

El malambo se baila contrapunteando
escenario lógico: la pulpería.

Suelta la guitarra su ritmo bravío...

de la guitarra se contagian
las rodajas de las espuelas
cuyos pinchos lo inoculan al piso de tierra
que enardecido por la inyección
y acobardado por los pinchazos
se rebela y quiere irse, alzándose en polvareda.

La atención religiosa del auditorio
tonifica los músculos del bailarín.

La misma pulpería se asoma al espectáculo
por la pupila dorada de la botella de caña
que tiembla en el mostrador.

El bailarín
en un alarde imposible de agilidad,
zapatea avanzando y retrocediendo
con pasos cortos y precisos,
fintea con las espuelas
como para despistar de sus intenciones
a un rival imaginario.

Arranca,
zapatea avanzando
y sobre las barbas mismas del contrincante
remata la mudanza de un staccato con brío
como si quisiera
remacharse al piso
para hacerle pata ancha a una embestida.

Pero el malambo va más allá,
hay mudanzas en que el bailarín
sale al medio cuchillo en mano
y al compás de la música
lo va chairando en la bota...

y otras en que lo clava en el piso
y le zapatea alrededor
como en un grito salvaje de adoración.

Enfrenta la liturgia al terminar
la copa de caña que le valió la proeza
es como un cáliz que se alza
en la noche de coraje!

La guitarra de los gauchos




Como en el aforismo emersoniano: *
el gaucho no era más
que la mitad de sí mismo
la otra mitad era su guitarra.

Parco en palabras,
esculpía en ritmo sus emociones
y las lanzaba por su boca
reconcentrado y profundo
como esos pozos que acuñan
monedas de cielo
allá en la hondura
para mirarse por dentro
se asomaba a ella como a un brocal
y a la cincha de sus cuerdas
se baldeaba pico afuera.

Así pulsándola
se pulsaba las propias entrañas,
de ella sacaba flores
para las trenzas de su china
y hasta estrellarse con ellas
la noche del chiripá
romántico como era
nacía con una rasguera de guitarras
galopándole en la sangre
la guitarra era arrullo
sobre su rústica cuna
y cuando la adolescencia
le prestaba a su figura,
la pincelada del bozo sobre el labio,
la guitarra
era la primera mujer
que ceñía entre sus brazos
con ella contra el pecho
inauguraba sus actitudes de hombre...

Por eso amaba tanto los payadores,
se hundía entre sus guitarras
como en una cueva de milagrerías
y afloraba desde ella
como desde una selva
la cabeza resonante de ritmos
y el alma estremecida de alas.

Todos los personajes más representativos
de la estirpe gaucha,
los que podríamos llamar
los arquetipos de la raza,
desde Santos Vega
hasta Don Segundo Sombra
pasando por Juan Cuello
Martín Fierro y Juan Moreira
fueron guitarreros y peleadores.

No hay historias de gauchos flojos,
es que para el gaucho
el hombre no valía
sino como afirmación de lucha,
de ahí que alguna de las creaciones
de su guitarra primitiva
fueran: ¡exhaltación al coraje!

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*Aforismo "emersoniano", se refiere a  una frase de Ralph Waldo Emerson. 1803-1882.  Poeta y pensador estadounidense que dijera: "El hombre es apenas la mitad demismo, la otra mitad es su expresión”.

El recitador de éste verso don René Lavand de los pagos de Tandil,  recibió hace poco
el más alto reconocimiento que otorga el Senado de la Nación Argentina, por su trayectoria en el mundo del espectáculo y el entretenimiento: "Mención de Honor" y haciendo uso de éste aforismo dijo: "yo no soy más que la mitad de mi mismo. La otra mitad son ustedes".
¡Felicitaciones paisano! y gracias por dejar grabado y con buen gusto,  parte de los poemas gauchescos de don Lauro Viana".

Pico Blanco (Milonga)


(Pintura: Jorge Campos)


Mi colorao “pico blanco”

Quien me diera hoy a tener,
Sus encuentros a lo toro
Y su talle de mujer.
El cuadril como de seda
Del lao de montar tenía,
Yo siempre fui medio lerdo
¡Quién sabe por qué sería!

Por la bizarra insolencia
Con que sus crines flameaban,
Las viejas lo maldecían
Las mozas lo amalhayaban.
Más de una vieja con hijas
Al verlo rondiar el rancho,
Santiguándose decían
Que era cruzao con carancho.

Nunca sabía faltarle
En sus andanzas puebleras,
Un piropo en la coscoja
Por la gente de polleras.
Como no tuve tropilla
Él nunca tuvo madrina,
Le era igual cualesquier yegua
Como a mí, cualesquier china.

Después que el primer pinchazo
Robaba al candil la luz,
Más de una moza del pago
Despertó sobre su cruz.
¡Mi colorao “pico blanco”!
Sabrá el cielo cuánta cuita,
Alumbró su pontezuela
Como una luna chiquita.






viernes, 27 de noviembre de 2009

Desvelo


Rojos amaneceres
que ayer me vieron
salir dentre mi rancho
con cara e sueño,
con cara e sueño
pues regresaba
de pasarme la noche
sobre la almohada.

Sobre la almohada sí,
nido e de delicias,
donde me hacía un lugar
tu cabecita.
Tu cabecita si,
¡dónde andará!
¡Con quién la almohada
compartirá!

Rojos amaneceres
que ayer me vieron
salir dentre mi rancho
con cara e sueño,
con cara e sueño
porque no duermo
por compartir la almohada
con tu recuerdo.

Música :Abel Fleury
Canta: Suma Paz