Amenizando las veladas de los descansos
bajo las constelaciones
al resplandor de la llama
con hipo de los candiles
que jadeando junto a la carreta
como en un cansancio de mil leguas
borroneaban de luz la oscuridad
llegó la guitarra al pueblo
pero desertó enseguida
se ahogaba entre los horizontes rotos
le lloraban los estilos
nostalgia de campo abierto
le dolían los malambos
embrujados de nazarenas
se refugió en el arrabal
aledaño a la llanura
desde allí
se asomaba al mostrador de los boliches
a respirar inmensidad
o salía de las tertulias borrosas
a refrescarse de atardeceres gauchos
a esa hora en que la noche recoge las estrellas
y allá atrás del horizonte
las va pasando a degüello
para ensangrentar la aurora
y como el hijo del gaucho
sin dejar de ser gaucho
dio en el compadre
sin dejar de ser gaucha la guitarra
se hizo orillera
por su gestión estética
para arrimar en el tiempo
se injertó de presente
y así retoñó
la milonga
esa garúa musical con que los payadores
amasaron el barro pampa de sus cachorros líricos
y a cuyo ritmo fácil
en los contrapuntos
se cruzaban de un viaje los temas
claro
con dos arpegios engallados a un ritmo
se componía una milonga sencilla
sencilla y aguantadora
como para meterle con todas las cuerdas
y hasta que las velas no ardan
como le metía el Negro Gabino
en cuyos dedos la milonga fue toque de carga
como fue también
astro preponderante en la noche
el revés de su frente
estrellada por dentro
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