viernes, 30 de abril de 2010

Yo quiero las pulperías


Me gusta andar de tropero
y entrar en las pulperías
como es la costumbre mía
echao p'atrás el sombrero.

Me acollaro a un mostrador
y me quedo sin hablar
escuchando conversar
qués como apriendo mejor.

Claro está, que pa aguantar
pido -ojiando la tropilla-
una caña sin "golilla"
bien grande y sin bautizar.

Leche tomé cuando chico
-y, aunque sé que es alimento-
me gusta mandar pa adentro
algo que caliente el pico.

Quien me habla de pulperías,
si yo, dende muchachito
sin ser dueño de un frasquito
las quise pa siempre mías.

Allí, mi alma se desvela
porque un refugio encontró,
la pobreza me cerró
las puertas de cada escuela.

De noche, brilla esa "fosa"
pa encandilar luces malas,
y en ella quema sus alas
mi nocturna mariposa.

Ellas acortan mis viajes,
y además, siempre hallo en ellas
amistades en botellas
y grandes aprendisajes.

Viendo peliar aprendí
a no peliar ni mamao,
como aguantar a un "pesao"
y a tener confianza en mí.

En ellas ví que la caña
cambia al hombre más templao
y amuestra -estando mamao-
sus güenas o malas mañas.

Ayí he contemplao con pena
que el cristiano jugador
olvida el rancho y honor
jugando hasta plata ajena.

Se enciende su fantasía
-y el hombre que tiene un vicio-
abre igual un precipicio
si cierran la pulpería.

Si de estos pucho me valgo
no es el vicio defender,
pero es necesario crer
que el hombre precisa un "algo".

Ande hallo una pulpería
ato o maneo el bagual,
y pido una, a lo oriental
como es la costumbre mía.

Y en el mostrador pegao
copita a copa enrabada,
me encuentra la madrugada
como nacido parao.

Y, díganmé, ¿si cerramos
por mala la pulpería
el pulpero dónde iría?
Y los pobre ¿ande entramos?

Dios hizo espinas y flores
y yo -con mi sencia poca-
se quel hombre se equivoca
pero paga sus errores.

Dentrar a los clubes...¿cuándo?
con viejas botas o en pata
o barbudas alpargatas
que gasta el pobre changuiando.

Ayí entra el descamisao,
el montaraz, el linyera,
con chiripá de arpillera
o el ponchito ramaliao.

Y alza el humilde su voz
creyendo decir verdad
¿quién ñiega que por allá
tiene derecho andar Dios?

Dejenlé al pobre un rincón,
no sea cosa, que cansao,
tire el trabajo a un costao
y elija la rebelión.

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