miércoles, 26 de octubre de 2016

Brochero



Andaba el cura Brochero
en su mula malacara,
entre inhóspitos caminos
y entre antiguas rastrilladas.
Vestía bombachas viejas,
sombrero negro, alpargatas,
y no cabían más remiendos
en su gastada sotana.

Todos los pobres del pago
esperaban su palabra,
sentenciosa y pregonera
de la doctrina cristiana,
y hasta los ranchos lejanos
de las viejas Sierras Altas
cuando había algún enfermo,
el curita se acercaba
para llevarle consuelo
y la ayuda necesaria,
a veces, con un remedio
fruto de plata prestada.

Pidiendo perdón a Dios
solía pitar un chala
y otras veces, en su andar,
hasta un boliche llegaba
donde aceptaba gustoso
el convite de una caña.

No mezquinaba en prenderse
en partidas de barajas,
ya que era bueno en el truco
y con picarescas mañas
ocultaba, en ocasiones,
bajo el poncho, el as de espadas.

Con entera sencillez
el cura gaucho brindaba,
a todo necesitado
muestras de afecto y bonanza.
Apóstol de los humildes,
su obra quedó plasmada
en iglesias, en colegios
y en caminos que él trazara.

Siempre escaso de dinero
a los ricos se acercaba
usando, al solicitarlo,
el peso de sus palabras:
“tal vez no te lo devuelva,
te agradezco la gauchada”.

Visitando a los enfermos
de toda la grey serrana
contrajo la enfermedad
que a la muerte lo llevara.
La lepra apagó su vida
más no pudo con su alma
que a través de sus milagros
sigue viva, no se apaga.

Esa obra prodigiosa
que Brochero nos legara,
hizo que el Papa Francisco,
fiel a las leyes sagradas,
le diera, en su bendición
todo el poder de su gracia
y hoy es San José Gabriel
patrono de nuestra patria.

Afirman en “Tras la Sierra”
que en cada noche estrellada,
se ve una negra figura
en su mula malacara,
andando en los escarpados
caminos de las quebradas
para esfumarse de a poco
al ir floreciendo el alba,
dejando tras sí una estela
en forma de Cruz dorada,
simbolismo de bondad,
de amor, de fe y esperanza.


1 comentario:

Anónimo dijo...

¡qué groso..