lunes, 16 de abril de 2012

Guitarra


Le abrió boca el carpintero
fuerceando madera blanda,
y argolla de lazo gaucho
quemó en redondo su entraña;
los cantores montaraces
anidaron en su caja;
el paisano fue alambrando
clavija a traste la jaula,
y así fue pájaro y monte
la hembra que llaman guitarra.

Cuando el sol clava su reja
y ensangrienta la alborada,
los diez dedos del baqueano
van despertando calandrias;
el zorzal de media siesta
topa la celda encordada,
y en sus seis sendas, al viento
van seis bagualones pampas,
y el crespín de los ponientes
le va sembrando de lágrimas.

Cuerpo que invita al abrazo
por su cintura apretada,
campiriña tentadora
redonda y robusta de ancas,
como hembra de boca arriba
pidiendo caricias gauchas.

Matrera la regalona
se aquerenció entre las faldas,
y aprovechando un descuido
mientras estaba acostada,
gateando entre sus alambres
se fue ganando... la pampa...

La secreteó Santos Vega
mientras el temple le daba,
y la lustró largo a largo
tanto tenerla abrazada;
habla sola en ocasiones
cruzada sobre la espalda,
y es porque el dueño permite
solo a los vientos besarla.

Pa'atajarle los hachazos
se juntaron cuerpo y alma,
y pa'que no enronqueciera
la linda moza enancada,
la taparon de sereno
con el calor de la manta.

La adornan porque es coqueta
con lazos de color patria;
la templan a mimo y ruego
porqeu no entrega sus gracias,
sino cuando oye el ¡te quiero!
del que a pulsarla se agacha.

Es dulce en las vidalitas
y chacotona en las zambas,
y cuando traba malambos
en sus cuerdas embrujadas,
hay contracantos de espuelas
en el fondo de su caja.

Madre brava del coraje,
rayera de la desgracia,
donde hubo un muerto y un juído
ella al medio fue la causa;
donde hubo pleitos de amores
y muchachitas robadas,
galopes de redomones
y engaños de serentas;
donde firmaba sentencias
la punta fina'e la daga,
ella fue siempre madrina
que apareándose a la caña,
mandó la mano al cuchillo
y echó el coraje a las canchas.

Santos Vega, alma de pájaro
y errante como luz mala,
sobre potro de pampero
llegó con ella enancada.
¡Qué poncho y con qué colores
le tejieron las calandrias;
poncho, payador y fosa
levantaron en sus alas!...

Hoy, he visto entre los montes
un hosco zorzal de guardia,
cuidando mujer morena
con un camoatí en su entraña;
hoy, he sentido en los montes
crespines con voz humana,
y he llorao... ¡pa'qué negarlo!
todo el caudal de mis lágrimas,
y me he bajao del caballo
con un rezo en las palabras,
y con permiso'e los pájaros
he llegado hasta la patria,
pedazos de cielo, cielo
prendido de la guitarra.

1 comentario:

Omar Delfino dijo...

Como pa ´hacer comentario si al leer esta maravilla uno se queda mudo