lunes, 23 de abril de 2012

Apariencias



La cuestión me entró a gustar
una tarde yoviznando
qu’iba un picazo montando
con dos galgos a la par;
áhi fue que al atropeyar
una liebre, en la ocasión,
noté despierto en la ación
al redomón de bocao,
y cuando estuvo enfrenao
lo entré a cuidar a galpón.

No mañerió pa’ comer
ni siquiera el primer día.
Yo bien chaireao lo quería
pues pintaba pa’ correr;
una tapa le hice hacer,
el pelaje entró a cambiar,
lo sacaba a caminar
de mañana muy temprano
y ya herrao de pata y mano
también aprendió a parar.

Con Panchito, mi muchacho,
le mandé a decir a Lara
que venga ni bien aclara
pa’ ponerlo frente al ‘tacho’.
El picazo vivaracho
bien ceñido, atutanao,
más me dejó entusiasmao
cuando Lara lo tendía
y con la contra tenía
‘un diecinueve’ aliviao.

Fue un domingo luminoso
antes que apriete’l calor
que’n un moro escarciador
salí pa’l pueblo, dichoso;
cabrestiando muy airoso
iba mi picazo atento
con un trotecito lento
a lo lejos divisaba,
y al verlo así aparentaba
de poder ganarle al viento!

Y entre copa y cigarriyo
estando ayí en las cuadreras
me desafió un tal Contreras
con pingo doradiyo;
nos arreglamos senciyo:
la bandera de parao,
trescientos metros clavao,
la cancha, el peso, el rayero
…y la sorpresa, aparcero
fue perder lejos… cortao…!

Después, al atardecer
medio en el trago bandeao,
montando el moro ensiyao
pa’l rancho quise volver.
Me costaba comprender
al picazo en forma lenta,
y ya sacaba la cuenta
que no iba a pedir revancha.
¡No siempre se ve’n la cancha
lo que’n el campo aparenta!

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