miércoles, 16 de mayo de 2012

Yo me crié en bruto


Yo me crié en bruto, mesmo que los talas,
los gauchos ombuces, las flores del cerco,
las turbias lagunas, los claros arroyos
y cuantas rarezas nacen en el suelo.

Si de los que me oyen supieran cómo era
hace setenta años el pueblo de Merlo.
En aquellos tiempos, por aquellos ranchos,
yo no supe nunca que hubiera un maestro.

No digo estas cosas como una alabanza.
Porque ser un guaso no es un don ni un credo;
lo hago por decirles cómo y cuánto puede
aprender un hombre por su esfuerzo mesmo.

Mi madre ya entonces sabía decirme:
aprienda a abrir surcos y ser buen arriero,
déjese de letras, piense en el trabajo
y, como su padre, sea un hombre bueno.

Sepa cortar sogas y calzar tamangos,
siéntese a un potro y ármese un apero,
forme como un gaucho su tropilla criolla
que al primer silbido busquen el cencerro.

Su padre no leiba, ni escribir sabía,
y compraba potros y vendía cueros;
arrendaba campos sin poner más firmas
que su don de gaucho, que era un visto bueno.

Cuando hizo negocio pesó con el pulso,
midió con la vista, contó con los dedos;
si hubo que hacer partes con todos fue justo,
aunque en el reparto saliera perdiendo.

Yo aprendía en las chacras, junto a los fogones,
a rumiar vocales tarareando versos,
copiando una letra, pronunciando otra
hasta penetrarlas en el pensamiento.

Cuando boyereaba, sentado en el raso,
hacía pizarra de un limpión del suelo
y con un palito iba haciendo un nombre
y un día de tantos, me puse contento.

Ya no soy un bruto, me grité en voz alta,
y mi orgullo gaucho palpitó mi adentro
cuando en cuatro letras supe escribir mama;
con poner su nombre me sentí maestro.

Me ensayé yo mesmo como los pichones
a batir las alas y levantar vuelo,
a rumbear caminos descubriendo pampas,
leyendo en las hueyas como un libro abierto.

Escribí los nombres de todos los pájaros:
el hornero, el tordo, la calandria, el tero,
y de cada flete de mi tropillita
la guapeza criolla, la clase y el pelo.

En la infancia mía no supe por naide
qué era una cartilla, ni dir al colegio.
Hoy siento el orgullo que de un gaucho rudo
oigan los paisanos mis sencillos versos.

Esta piedra en bruto, pulida en el raso
por los fuertes soles y el zumbar del viento,
cuando la golpean suelta chispas de oro,
estrellitas blancas y cantos de fuego.

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