miércoles, 16 de mayo de 2012

El Sargento Bogarín

(Pintura: Eleodoro Marenco)

Contaba que fue soldado
del "Tres de caballería"
y mil recuerdos tenía
en su corazón guardado.
Casi veinte años ha estado
padeciendo en el confín,
de un fortín a otro fortín
de locuras tras locuras,
viviendo jornadas duras
el Sargento Bogarín.

Era lo mismo que un cuento
acollarado a la gloria,
escuchar contar la historia
por los labios del sargento.
Corcoveaba el sentimiento
en su pecho al corazón,
cuando con admiración
relataba una patriada,
o una trágica emboscada
atropellando un malón.

En más de un "pampa" vencido
dejó un grito desgarrado,
como un lanzazo clavado
en estridente alarido.
El destino no ha querido
apartársele del bien,
podría pelear contra cien
porque en su sangre le hervía,
el "Tres de Caballería"
Bravo de Trenquelauquén.

Era grande su alegría
notar que iba solitario,
cuando atacaba un contrario
en alguna correría.
Hasta que no los tenía
ni caso le hacía al clarín,
volaba el viento la crin
de su pingo y no escuchaba
y solo en la lucha entraba
el sargento Bogarín.

Dejaba una calle ancha,
gastaba el último aliento,
y al "poner banca" el sargento
de puro guapo abría cancha.
Por ahí de sangre una mancha
le dejaba el mancarrón,
cuando le entraba al montón
como hombre respetable,
siempre confiado en su sable
o al tiro de remintón.

Al relatarme el sargento
la historia de su campaña,
vi en cada cuento una hazaña
y en cada hazaña vi un cuento.
Murió en su pago contento
de que así fuera su fin,
con el cuero sano y sin
un rasguño, de muy viejo,
¡ah! qué milico parejo
fue el Sargento Bogarín.

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