jueves, 16 de junio de 2011

Rodolfo Flores


Una guitarra encintada,
güen caballo, güen apero,
linda brasa en el yesquero
y mucha dicha soñada.
Alguna criolla olvidada
entre otros viejos amores
unos cuantos sinsabores,
poquitas sus alegrías,
así era, señora mía,
el gaucho Rodolfo Flores.

De verlo tan sin agüela
las criollas lo maldecían
pero alguna brujería
sabría darle a las mozas
que al volver, las muy donosas
otra vez lo bendecían.

Cuando cáiba a las cuadreras
ya lo rodeaba la gente,
con una vincha en la frente
y otro pañuelo en gorguera,
concertaba una carrera
a vaciar los tiradores,
porque en sus tiempos mejores
tenía un zaino de laya,
primero siempre en la raya
los fletes del gaucho Flores.

Pa’ correr dos cuadras libres
ninguno se le igualaba:
él siempre de atrás picaba
el hocico a la paleta
pero áhi nomás su sotreta
como tres cuerpos sacaba.

Pa’nde te juiste aparecero
de mi mocedá bravía?,
si sabrás que mi alegría
se acabó, porque te quiero,
que conservo tu yesquero
y tus lazos potriadores,
y en la sombra ‘e mis dolores
tu yesquero es sombra y luz
para encenderle a tu cruz
mis velas, Rodolfo Flores.

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