jueves, 9 de junio de 2011

La ganga de la cosecha

(Foto: Colección Filipini "Cosechadora tirada por caballos" año 1920 - Fototeca Bernardo Graff - Santa Rosa, La Pampa)
De tan aguachento peca
este tiempo llovedor;
aunque en verdá es pa mejor,
pues ha conjurao la seca.
Dicen no ha de sonar hueca
la caja del que ha sembrao,
y tanto se ha ponderao
la cosecha venidera,
que, si les miento me muera,
¡yo mismo m'he entusiasmao!

¿Cantidá?... ¡Meta contar!
¿Calidá?... ¡Sinun engaño!
¡A la cosecha deste año
un himno le han de cantar!
Corcociando como el mar
un trigo verde esperanza
el color del oro alcanza
preparándose al acopio.
¡Al fin con dinero propio
se ensanchará la labranza!

Lo que nos sobre habrá quien
lo pagará en esterlinas;
serán las gentes vecinas
y las lejanas también.
Muchos el dinero ven
que ha volao últimamente
regresar al continente
y aquerenciarse de nuevo.
¡A crér tanto no me atrevo,
aunque soy muy complaciente!

Se afirma que sí señor,
que ha de venir el dinero,
no ya como aventurero,
sino como comprador;
no pagará un esplendor
que no ha brillao todavía;
se acercará día a día
pa agenciar lo necesario:
trigo, carne y fruto vario
desta gran proveeduría.

Pasó lo de especular
a la historia del bochorno:
aunque está encendido el horno,
tan sólo pan ha de asar.
La Uropa ha de precisar
su plata pa componer
lo que ha gozao en romper
con la guerra, ¡la gran pucha!
¡pa volver a ser tan mucha
en las que se habrá de ver!

Y basta de transacciones
sobre un valor inventao.
Aquí tan sólo el mercao
se brindará a las naciones.
Viva a puras inyecciones
el pueblo que sea Tilingo.
Sencillo el caso distingo
y en decirlo no me canso.
Pa cuantos está Indio Manso
o su cuñao Pancho Mingo.

Se descuelga un temporal,
y es cosa de bendecirlo.
Con franqueza he de decirlo,
no me parece esto mal.
Pero, amigo, no es igual
lo que sigue, y desconsuela:
ni se alumbran con pajuela
los que estudian la cuestión.
Da más luz en la ocasión
el yesquero de mi agüela.

No hemos tenido hasta hoy
barcos pa cargar el trigo.
Vaya pensando esto, amigo,
si es que chamboniando estoy.
Yo no he visto, o ciego soy,
del Rosario a Necochea
barco que argentino sea
y hasta el de afuera es escaso.
Pensando en el triste caso
el mercao se julepea.

Espera al ñudo la oferta
mucho maíz en el Rosario;
pasea el intermediario
haciéndose la mosca muerta;
deja la plaza desierta
y pa otro lao se refala;
va haciendo la cosa mala
pa ofrecer luego un insulto;
¡si hoy se menea algún bulto,
ni tan siquiera es de chala!

Con lo de no haber vapor
donde cargar los ceriales,
estos hombres muy formales
apretan al sembrador;
que también el fletador,
dirán los apreta a ellos,
y tras tantos sueños bellos
¡vean al que ha trabajao,
junto al maíz ya fermentao,
tirándose los cabellos!

Nada vale la paciencia
con que ha cultivao sin ocio:
le descalabra el negocio,
amigo, la indiferencia.
El ministro en la emergencia
nada sabrá resolver;
averiguará, pa hacer
buen ojo a este asunto ingrato,
cuántos pelos tiene un gato
cuando acaba de nacer.

No ha de prestar un morlaco
a quien, no habiendo extranjera,
fabricará la arpillera
con fibra de nuestro Chaco.
Perdóneme si me atraco
en esta cuestión mezquina,
pero nadie se imagina
cómo sin bolsas ni piola,
es asunto que no rola
el comercio en la Argentina.

Los pueblos que están en trenza
nos mandarán más de un barco,
pa que el trigo cruce el charco
y les llene la despensa.
Pa nuestro ejemplo y vergüenza
nos mostrarán otra vez
que todo el negocio no es
el chubasco y la faena:
¡a la cosecha más buena
la echa a perder un revés!

Preste el gobierno si tino,
no piense que todo es ganga:
entre intermediario y changa,
no queda un peso argentino.
Esto es matarse, imagino;
nos sobra sólo el afrecho,
y la patria hecha un desecho
de tanto que se abandona,
mira pal cielo, tristona,
como tapera sin techo.

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