sábado, 18 de junio de 2011

La vuelta del resero

(Pintura: Eleodoro Marenco)
Cuando la noche es oscura
y el rumbo se presta a yerros,
el tilín de los cencerros
es la guía más segura:
la madrina va en procura
de la querencia, afanosa,
y la noche tenebrosa
parece menos huraña
¡Dando una apariencia extraña
de misterio a cada cosa!

De los ranchos más cercanos
llegan furiosos ladridos
y los teros, sorprendidos,
gritan su angustia en los llanos.
Al llegar a los pantanos
el galope se detiene
y con molestia se aviene
el pingo baquiano al cruce
¡Mas la espuela que lo induce
con él compasión no tiene!

La brasa del pucho que arde
porque el viento la acaricia,
en la noche desperdicia
el brillo que hiciera alarde;
se agranda de tarde en tarde
y parece así una estrella
que recorriese la huella
en la boca de un varón
¡campeando algún corazón
perdido en la noche aquella!

El viento descansa a ratos
dormitando en las cañadas
y descubre a la bandada
el silbido de los patos;
los teros sus alegatos
siguen en largo desvelo,
y alas tendidas en vuelo
de un pájaro misterioso,
en la noche, sin reposo
son las puntas de un pañuelo.

Y el ruido del galopar
se prolonga en el camino
rumbo al deseado destino
que aguarda nuestro llegar;
un alegre respirar
el pecho gozoso hincha,
que aunque esté floja la cincha
apura al gaucho el halago
de sentirse ya en el pago,
pues la madrina relincha!

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