miércoles, 8 de junio de 2011

Bañao

(Foto: Eduardo Amorim)
Vuelan los patos silbones
ante el grito del chajá,
tal vez un zorro andará
con aviesas intenciones.
Suelta el viento, en ocasiones,
un bostezo prolongao.
Varias garzas se han parao
solo en una de sus patas
y alzan la cabeza a gatas
si un tero cruza el bañao.

Las gallaretas sus nidos
con mil ramitas formaron
y astutas, los ocultaron
entre los juncos erguidos.
Los flamencos coloridos,
tiñen todo de rosao.
Los cuervos que se han volao
conforman oscura nota
y una V corta grandota
se refleja en el bañao.

Una cigüeña aburrida
de tanto mirar pa'abajo
ve en el agua un renacuajo
y se lo embucha enseguida.
En medio de tanta vida
cruza un chimango apurao
y las ranas que han estao
vigilantes, se han hundido
con un salto bien medido
en el fondo del bañao.

Los chorlitos, muy formales,
-en la orilla, al picotear-
parecieran conversar
con un par de teros reales.
Un biguá cuenta sus males
al sol recién ocultao
y es un poncho colorao
el cielo en el horizonte
que cubre el techo del monte
aledaño del bañao.

La noche por ser mujer
se contempla en ese espejo.
Las estrellas su reflejo
desparraman por doquier.
Ellas no pueden saber
por qué el patrón enojao
dice que es campo arruinao
ese bajo pantanoso,
sin comprender cuan hermoso
resulta ser el bañao.

El totoral a esa hora
semeja antiguos lanceros
que empuñando sus aceros
cabalgan hacia la aurora.
¡Cuánta belleza atesora
este terreno anegao!...
Como jamás el arao
en él pudo penetrar,
ruega el sapo en su cantar:
¡Que no se seque el bañao!

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