viernes, 17 de febrero de 2012

Ocaso


I
Como un interrogante o una esfinge,
la mirada perdida
en el misterio de la gran llanura
altanero y sombrío
está el gaucho clavado
sobre el potro bravío.

La bárbara figura
se destaca atrevida
sirviéndole de marco majestuoso
el azul esplendente de la altura
y el verde de la pampa, victorioso.

-¿Dónde está mi camino
parece preguntar con la mirada;
Dónde la huella, dónde el derrotero?-
¿Es un héroe o es un loco
este altivo guerrero
de la noche de América triunfante
parado frente a frente del destino
como una esfinge o un interrogante?

-¿El pueblo que ha contado con mi brazo
me arroja de su seno como escoria
-¡Resaca de la mar, barro de río!-
Después que con mi brazo hice su historia?
Y la férrea figura
curtida de los soles el semblante
y el alma de amargura,
con gesto de amenaza
deja de ser esfinge
para ser la Sibila de su raza.

II
Odio y resignación llevo escondidos
en los hondos repliegues de mi alma
y hay rencor en mi acento
porque sufro el desprecio del hermano.
¡El mismo a quien mi aliento
en la ruda contienda
ayudó a libertar de su tirano!

En cruz los brazos, la mirada al viento,
con la actitud del fuerte
que nada busca ya, que nada espera,
porque todo lo tuvo y lo dió todo,
marchó solo y triunfante
llevando por bandera
mi dolor arrogante.
¡Mi dolor que es mi fuerza y es mi escudo,
mi dolor que es mi cumbre y es mi gloria!
¡Dolor que está en mi frente.
Grabado por el sol de la victoria!
¡Cúbranse de vergüenza
todos los que han querido
colocar bajo el taco de sus botas,
como a un Puma dormido,
el orgullo del gaucho americano!
¡Libre soy, libre he sido,
libre debo morir!...

En el desierto
se hizo débil la voz como un gemido.
¡Cerró el gaucho los ojos
y en su propio caballo quedó muerto!

(Foto: Eduardo Amorim)

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