Aura me pongo a pensar
que no te estraño, cigarro.
En madrugadas de fuego
me sobra con el amargo,
y esquivando los profetas,
una milonga en la radio.
Te dejé en alguna huella
hace ya como seis años…
y la verdá, compañero,
me sobra con el amargo.
Te agradezco aquellas noches
que llovía, y reseriando,
acariciando la hojita,
engarrotadas mis manos,
con paciencia humedecida
de papel Ombú te armaron.
Y llenaste horas penosas
con tu lenguaje, tabaco.
Te agradezco de’ndeveras
pero en verdá, no te estraño.
Te recuerdo, galopiando
encenderte de a caballo,
con un viejo “carusita”
que a tu memoria acollaro…
o en el tranco remolón
sobándote con los labios.
Conversar haciendo tiempo
a que se queme… el asao.
Te dejé en aquella huella
junto al mostrador y al vaso.
Bien sabés, si me enamoro
soy el cristiano más pavo,
y me entrego, sin preguntas,
casi sin pensar lo que hago.
Y me jugaron con trampas
porque ese, no era el trato.
Vos sabés que con cualquiera
yo sé hacer yunta crotiando,
pero era feo ganarme,
en la noche, el lao del lazo.
Y que me faltara el aire
me resultó más que bravo…
o ignorar en la mañana
lo que en la noche ha pasao.
O ponerme pendenciero
yo que siempre he sido manso,
y ser un mudo testigo
de sentirme hablar bolazos.
Por eso, si hicieron trampa
que quede el asunto claro,
sigan ustedes su rumbo
que, aunque en los boliches ando,
te saludo, dende lejos,
mi compañero cigarro.
No quiero yunta ‘e tramposos
como mostrador y vaso.
Pa’guantar mi soledá
me sobra… con el amargo.
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