sábado, 18 de febrero de 2012

El apero

(Pintura: Rodolfo Ramos)

En las pilchas del recao,
se ve el paisano prolijo,
y se descubre, de fijo,
de qué modo se ha educao.
Sobre todo, si es aseao,
y si es buen trabajador;
no mostrando el esplendor,
de la platería labrada,
sino la prenda arreglada,
con sencia de trensador.

Linda es la cincha bordada,
hecha de algún cuero blanco,
ande el criollo que no es manco,
deja su sencia marcada.
Las riendas; las cabezadas;
el cabresto y el bozal;
y como un lujo el pegual,
que asujeta el sobrepuesto,
ande se prende el cabestro,
trayendo algún animal.

La manea asegurada,
suele dir en el fiador,
prenda que con gran primor,
es, a veces, trabajada.
Como badana, sobada,
como acero resistente;
y el bozal, sobre la frente,
lleva las letras del dueño,
ande se nota el empeño
del tropero dilijente.

De un cuero bien estaquiao,
trabajao en redondel,
siendo su costumbre fiel
hará un lazo bien trenzao.
Con hígado barnizao,
le puede dar suavidad;
y así, con facilidad,
pal trabajo lo maneja,
seguro que ande lo deja,
no le dentra la humedad.

Cada prenda del recao,
tiene un poquito de historia,
página que en la memoria,
de nuestro gaucho ha quedao.
De día, sobre él sentao,
pasa su vida el tropero;
y al estilo campero,
cuando procura reposo,
lo halla en la noche dichoso,
siendo su cama el apero.

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