viernes, 17 de febrero de 2012

La daga


Yo entoné al lazo criollo mi canción más sentida;
yo recé al poncho pampa mi oración funeral,
pero a ti ni te rezo ni te canto. ¡Mentira!
¿Cómo puedes ser criolla, si te dieron la vida
estiletes y alfanjes, cimitarra y puñal?

Por legal pasaporte presentaste dos filos,
que servil ofreciste a la "acción del terror";
y en las zarpas uñosas de Moreira y Cuitiño,
sobre crenchas sedosas serruchaste tu brillo,
porque no se vistieron de colgajos punzó.

En su historia sombría te enseñó la mazorca,
que la patria era un mito y que Dios no era Dios;
para ti no valieron las jornadas heroicas,
y las picas bermejas de la plaza de Olta,
la cabeza del Chacho, ¡por tu culpa se alzó!

Y una noche de invierno que te hiciste a la vela,
fatigada de muertes, por poder descansar,
tus anhelos de sangre no admitieron la tregua
y prendida a la espalda de Florencio Varela,
las auroras te vieron en la Banda Oriental.

Es en vano que quieras disfrazar lo que eres;
en el cinto del gaucho, no te queda lugar;
tú serviste al instinto del feroz Santos Pérez
y no oíste del niño su infeliz "miserere",
que arrancó de las selvas un sollozo al jaguar.

Y en las páginas de oro de Rafael Obligado,
tu vileza apresura una acción de dolor;
¡es así como digo! no pretendas negarlo:
contra el noble Carmona, ¿quién endilga la mano?
¿y por quién Santos Vega contra el diablo payó?

No permito te incluyas en las cosas nativas;
¡ni siquiera hermanastra del facón, puede ser!
y en lugar de la "S" que en tu mango se afirma,
por tu vida de horrores, como sello de estigma,
una "M" de ¡muerte" te debieran poner.

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