miércoles, 22 de agosto de 2012

Canción para mi único amigo



Tanto buscar la luz por todas partes,
¡tanto afán para encontrar la calma!
¡Cuánto camino andado y desandado!
¡Qué inmensa soledad la de la Nada!

¡Qué de puertas cerradas a mis golpes,
qué dolor de cerrojos y de aldabas!
¡Qué desaliento el de la mano amiga
cuando a mis ojos le volvió la espalda!

Muchas veces las noches y los sueños
me ofrecieron estrellas por almohadas,
y el viento hermano me cerró los ojos
y el grillo humilde me ofreció guitarras.

Algún amor no comprendió mis manos
porque eran copas de vergüenza alzadas,
y me quedé parado en el asombro
sin Dios, sin juventud, y sin palabras.

Pero una voz, quizás la tuya, amigo,
Me dijo "es tiempo, levántate y anda"
y mostrándome el sol del mediodía
me enseñó la dimensión de la distancia.

Me alcé entonces del Ara de la tierra
como se alzan al cielo las plegarias.
Me levanté del humus hacia el polen
con la azul tentativa de la alfalfa.

Comprendí los rosales de la tarde,
el trino rojo, la canción del agua.
Pero... ¿Quién hizo el corazón del hombre?
¿Dónde está el frágil molde de su estatua?

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