miércoles, 1 de agosto de 2012

La carniada

Con sobras de la cocina
y con máiz se mantenía
y casi siempre tenía
sobre el lomo una gallina.
De tan gorda la cochina
ni parada se tenía
porque lo único que hacía
era comer y dormir,
o ir a un rincón y venir
algunas veces por día.

El día que la carniaron
le abrieron la tranquerita
y haciéndole callecita
campo ajuera la sacaron.
Para el galpón la atracaron
donde había una fogata,
calentando algunas latas
llenas de agua media hirviendo
y allí diciendo y haciendo
la enlazaron de una pata.
La empezaron a maniar
y con los gritos que dió
todo el pago se enteró
que la estaban por carniar.
El que la iba a desgollar
le entró a tantiar el garguero
y ya pelando el acero
le entró a afeitar el cogote
en la parte del gañote
ande está el degolladero.

Pero los días siguientes
jueron los de más trabajo,
vino la pelada de ajo
y atender a unos parientes.
Se ocupó con ingredientes
hasta la última taza,
mientras que atrás de las casas
y encima de dos varillas
hacían hervir las morcillas
y redetían la grasa.

La carniada terminó
y con dos cañas completas
de chorizos bien repletas
la cocina se adornó.
La yel no se reventó
de aquel que probarlos quiso;
los repartió en el petiso
el chico en la vecindá',
midiéndose la amistá'
por el largo del chorizo.

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