(Foto: Eduardo Amorim)
No hay luz. Una sombra ya
ha borrado el horizonte,
y en la cuchilla y el monte
la noche durmiendo está.
En vano la vista va
buscando extraño fulgor,
que al mirar en derredor
todo el espacio apagado,
parece un mundo en lutado
por implacable dolor.
Morales, el paisanito,
de las costas del Tornero,
va en el lomo de su overo
caminando al trotecito.
Lleva el rumbo bien escrito
en su mente y en su tino,
que hasta la "Estancia del Pino"
conclusión de sus jornadas,
hay diez leguas acostadas
a lo largo del camino.
Y entre el monótono ruido
del trote lento y pesado,
y el barullo del recado
que se queja de oprimido;
y entre el alegre silbido
y la marcha acompasada
de la coscoja bordada
que se entretiene rodando,
él va la noche escarbando
con golpes de su mirada.
Pisa lomas, cruza el llano,
pasa el arroyo y la sierra,
como arreglando la tierra
con la palma de su mano.
Y es tan seguro baqueano
aquél resueto jinete
que, cual si fuera un jueguete,
abras, sendas y picadas
parece que están atadas
al cabresto de su flete.
Sigue el viaje; y olvidado
de estudiar el derrotero,
piensa un rato, placentero,
en la prenda de su agrado.
Un pañuelo que le ha dado
lleva al cuello como seña
de su esperanza risueña
y con febriciente anhelo,
besa agitado el pañuelo
como si fuese a la dueña.
Corta campo, bien seguro,
de no errar una pulgada,
y la gramilla aplastada
gime sobre el suelo duro.
No demuestra gran apuro
de dar fin a su excursión
y con la firme intención
de pronto encontrar la Estancia,
mata el tiempo y la distancia
entonando un pericón.
En la larga travesía
recorre todo el pasado,
un recuerdo perfumado
otro con melancolía;
y siempre atento a su guía
se ve pintado en su ceño,
que lucha con fiel empeño
para dejar derrotadas
las guerrillas avanzadas
del ejército del sueño.
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Y cuando el sol despertaba
para alumbrar el camino
en esa "Estancia del Pino"
Morales desensillaba.
Poco después se sentaba
con el mate y la caldera,
dejando gruesa bajera
sobre el lomo del overo,
como recuerso certero
de sabia higiene campera.
CRÉDITO
Hace 50 segundos
1 comentario:
Bueh , la décima sigue con el numen del relato.Se trata del asesinato perpetrado por el propio Morales de su novia , el amante "suplente" más toda la flía de la novia . Este echo convulsionó al Uruguay entero y en los Pagos de Polanco del Yi , por donde cruzó el personaje de Durazno a Fiorida ; fué permanente invocado. En los 80 conocí a un hijo de Morales que me contó el resto de su vida .Es otra historia . .
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