domingo, 3 de abril de 2011

Testamento



Desensillá nomás...
¿Pa qué me vas a tráir el curandero,
si el lazo que me tiene atao al mundo
ya se me va cortando, tiento a tiento?
Y sé que a lo mejor, cuando la noche
tienda su poncho negro,
ya habré estirao las patas
y habré pegao el último resuello.
Mejor es que vengás junto a mi catre
pa aprovechar el tiempo
y escuchar de los labios de tu tata,
que ya se va muriendo,
las palabras sencillas, pero güenas,
que te quiere dejar por testamento.

Todita mi riqueza:
el rancho, mi caballo, los dos perros...
y otras cositas más que valen poco,
pa vos, m`hijo, las dejo.
Pero, ¡eso sí, te pido
que les guardés muchísimo rispeto!
Que nunca las paredes de este rancho
te sirvan pa ocultar algo mal hecho.
No quiero que el caballo en un "descuido",
en una de esas noches que no vemos,
se venga paletiando algún novillo
a lo mejor... ajeno.
Ni quiero que "Cuzquito" y el "Cuatrojo"
se te pongan mañeros
y se pasen al campo `e los vecinos
a degollar ovejas y terneros
que al final... es mejor "aprovecharlos",
ya que los animalitos están muertos...

O mejor dicho, pa no andar con güeltas:
siga la güella que dejó este viejo
que llegó a los setenta
sin pisar más caminos que los "rettos".
¡Ah! ¡No me traigás el cura!
Y cuando muera, tampoco me llevés al cementerio.
Más bien, cavá una zanja
en un rincón cualquiera del potrero,
y en lugar de esas flores
que ponen en las tumbas los puebleros,
dejá que nazca el pasto, la gramilla...,
que es útil, por lo menos.
O mejor entuavía, plantá un sauce
pa que sus raíces chupen de mi cuerpo,
pa que mi carne se transforme en sombra
que a lo mejor precisa algún viajero,
pa que mis brazos -que serán las ramas-
le empresten una horqueta a los horneros
y hagan un nido tibio
pa cuando venga un temporal de invierno;
pa que en el tronco
-cuando el tronco sea grande, fuerte y grueso-
escribás a cuchillo estas palabras:

"¡El camino mejor es el derecho!"


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