jueves, 14 de abril de 2011

Cumpleaños del Patrón

(Pintura: Carlos Montefusco)
Cuando el sol, ni media vara
se había levantao del suelo
quiso mirarse en el pelo
de mi tostao malacara.
Es que el patrón de "La Sara"
festejaba el cumpleaños,
y sin buya y sin engaños
me puse a ensillar mi flete
pa cáir como de copete
entre amigos y entre extraños.

Salí con mi compañera
en ancas de mi tostao
orillando a un alambrao
hasta dar con la tranquera.
Con la brisa mañanera
y escuchando unos balidos
díbamos entretenidos
cruzando campo, alegrones,
despertando los pichones
acurrucaos en los nidos.

Entre apretones de mano
a un montón de gente amiga
saludamos, ¡Dios bendiga!
que había llegao más temprano.
Después, resuelto y baquiano
como el cura en casamiento,
fuí con mi prenda de intento
poniendo nuestra atención
felicitando al patrón
que estaba lo más contento.

Previendo en la circunstancia
la gente que iba a llegar
había carne "a guaranguiar"
rebalsando a la abundancia.
Y al ir llegando a la estancia
gente criolla y muy bizarra
entre sones de guitarra
por tanta calor que hacía
de muy temprando se vía
que iba a cantar la chicharra.

De dulces había un montón
pa agasajar a los chicos,
y al ver brillar sus hocicos
se raiba solo el patrón.
Y allí cerca, en un galpón
adornao como una sala
el "chueco" Damián Ayala
con Calendario Cisneros
parecían dos jilgueros
cantando en el mismo tala.

El patrón y la patrona
sin que hiciera falta un ruego
bailaron, rompiendo el fuego,
cuanto arrancó la acordiona.
La muchachada gauchona
dentró a buscar compañera,
y como haciendo escalera
en la cordial tremolina
yo me florié con mi china
"pasuquiando" una ranchera.

Haciendo troja en las fuentes
se servían las empanadas,
al instante preparadas
pa consumirlas calientes.
Y entre dichos ocurrentes
-abundando el beberaje-
sin que la risa se ataje
entre bromas siempre atentas
se vian las mozas contentas
y más contento el gauchaje.

Y cuando el sol tocó el suelo
con sus horas bien corridas,
después de las despedidas
yo y mi china alzamos vuelo.
Trajo la noche un consuelo
trás del calor de la siesta,
y cuando entre su protesta
nos daba el tero su "adios"
comentábamos los dos:
¡qué linda estuvo la fiesta!

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