martes, 28 de diciembre de 2010

El hondazo

-¡Doña Griselda!...
-¡Qué!...
-Mire vecina:
mandemeló al muchacho,
pero que venga de honda pa la huerta
pa que me mate un pájaro.

Y allá va el gringo de pelito rubio
-piel de Judas de todo el vecindario-,
y en lo de 'ña Rufina -apuro y rabia-,
entra un poco de sol, y mucho barro.

-¡Aquél!... ¡Matalo!... ¡Negro sinvergüenza!...
¡Pegamelé un hondazo!...
¡Se me jué de la jaula en un descuido.
Con lo bien que lo trato!...

Mirá a la copa; todo altanería
con rebeliones de silbido en alto,
el tordo me miró como diciendo:
"¿Vos tirándome a mí, siendo un hermano"?

- Y de áhi...?
- Vea... No puedo Ña Rufina...
¡Cómo me está mirando!
- Su trompeta sin hiel!
- ¡Doña Rufina!
vivo es que hay que agarrarlo!
-No Barrabás; si se escapó no vuelve;
¡hay que matarlo!

En el cuero ancho y fuerte de la honda
la bolita de barro
comprensiva latió; cerré los ojos,
erré, y el tordo se escapó volando.
-¡Mándesemé a mudar!
-¡Doña Rufina!...
-¡Pa su casa, bellaco!
(y entró en un llanto convulsivo, mientras,
él silbó agradecido de lo alto).

¡Cuánta distancia y tiempo
van desde aquél hondazo!
¿Qué habrá sido del tordo defendiendo
su libertad de pájaro?
Lo que haya sido; soledades y hambre
pudo sufrir, acaso;
mejor es el imperio de la nube
que dormir y comer... pero enjaulado.

Tordo de mi niñez, hermano mío,
hombre, entendí la rebelión del canto.
El sol declina ya, pero no importa;
aun hay fuerza en mis alas... ¡te acompaño!

1 comentario:

tete boh dijo...

Bellísimo!!me encanta.."mejor es el imperio de la nube
que dormir y comer... pero enjaulado."
Gracias Gaucho!!