lunes, 20 de diciembre de 2010

El domador

(Dibujo: Tito Saubidet)
Su trabajo es de paciencia
y de mil conocimientos,
que sin apuros violentos
le fue dando la experiencia.
No hace alardes de su ciencia
ni una alabanza lo enreda,
porque es condición que hereda
y que lleva como escudo
de agarrar un potro crudo
y entregarlo hecho una seda.

Doma tropillas enteras,
tal vez de pelos iguales,
pero lidea los baguales
de muy distintas maneras.
Si en las faenas camperas
el hombre criollo es baluarte,
la habilidad en el descarte
va pintando al jugador,
y el lujo de un domador
más que el oficio es el arte.

No tiene predilección
en el pelo ni en la estampa;
para él un bayo o un "pampa"
merece igual atención.
Pa un mensual o pa el patrón
nada le quita ni agrega,
y tan "corriente" lo entrega
que el animal ya enseñao
con un novillo enlazao
no anda asustao ni reniega.

Lleva el prestigio jugado
de un modo muy especial
si entregara un animal
en algo mal enseñado.
En su trabajo aplicado
ni un solo descuido asoma,
y en el arte de la doma
aquí, en el ambiente nuestro,
será el único maestro
que no se le dá diploma.

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