martes, 28 de diciembre de 2010

Como le cuento, mi amigo

(Foto: Eduardo Amorim)

Caiba de vuelta a las casas
en un redomón corriente
cuando el sol en el poniente
iba apagando sus brazas.
Una yunta de torcazas
se estaban como arrullando,
y al irlas yo contemplando
en su ternura infinita
ni soñé, que allí cerquita,
un mal me estaba acechando.

Cuando al tranquito llegaba
tarareando mi alegría,
la tarde se entristecía
porque la luz le escaseaba.
El "Trece" que me esperaba
(con las ansias que me explico)
con otro ovejero chico
me atropelló juguetón,
y en un salto, al redomón,
me lo mordió en el hocico.

El bagual se me bolió
tras la violenta espantada,
y sin darme tiempo a nada
contra el suelo me apretó.
Asustao se enderezó
con mal instinto y fiereza,
y soltó con ligereza
al chicotiarle una rienda
una patada tremenda
que me silbó en la cabeza.

Las porras le iban hirviendo
en cuanto pisó el camino,
pero lo enlazó un vecino
que lo había sacao siguiendo.
Yo tengo un golpe tremendo
que me abarca media res,
tan fuerte, que alguna vez
me hace bramar cuando piso,
¡y he tomao el compromiso
de entregarlo a fin de mes!

Por eso es que lo he llamao
pa que usté, amigo Almirón,
me lo siga al redomón
ya que anda desocupao.
Es aquél bayo encerao
de mirar muy vivaracho,
que arreado por mi muchacho
y orillando el cicutal
viene buscando el corral
mientras le cimbra el penacho.
.............................
Y un chico que iba y venía
"acarreando" unos amargos
a sus rubios pelos largos
bajo una boina escondía.
Más luego, en la lejanía
un chajá pegaba un grito,
y cuando allá, en lo infinito,
se iba el sol en un suspiro
llevando al bayo de tiro
salió Almirón al tranquito.


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