(Pintura: Romero Carranza)
Nunca ha sido tan nombrada
como es “el camino real”
siendo que es tan servicial
la vieja “caye cortada”;
el ser poco transitada
tal vez le reste importancia,
pero cobra relevancia
y no hay halago que sobre
porque pa’ un paisano pobre
tiene el valor de una estancia.
El progreso en su embestida
pasó sin verla a su lao
y en ella quedó el pasao
porque no encontró salida,
muchas historias de vida
encierra en su corto trecho
y aunque distancias no ha hecho
todo el que supo tranquiarla,
seguro que al caminarla
le ha sacao algún provecho.
No conoció palanchones
ni cuidao de caminero,
es tan solo otro potrero
sin señales, ni mojones,
sin terraplén, ni güeyones,
cantariyas ni cunetas,
solo espejos de agua quieta
que a veces se hacen pantanos
y al secarse en los veranos
sirven de tumba a un “maceta”.
En no muy lejano ayer
cuando por meses se arriaba,
el resero la buscaba
pa’ rondar y hacer comer.
En eya solían hacer
las chatas "noche" a sus viajes
y hubo en algunos parajes
algunas hasta famosas
que fueron entre otras cosas
“cancha”, pa’ medir corajes.
Con su chacrita arrasada
por heladas invernales,
por las secas estivales
o en crecientes, inundada,
ayí estaba la cortada
pa’ echar cualquier animal,
y algún domingo especial
también fue lugar propicio
pa’ la fiesta a beneficio
de la escuelita rural.
Aunque muchos la creen muerta,
solitaria y escondida,
ella siempre tuvo vida,
nunca se encontró desierta;
es como la mano abierta
tendida en toda ocasión…
Siempre cumple una misión
y aunque no sea muy nombrada,
en toda “caye cortada”
hay historia y tradición.
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