Reventao po'el trabajo
rigresaba a las casas
en esa madrugada'e invierno crudo
ande la china mía me aguaitaba
con el juego encendido...
y no sé qué d'extraño en la mirada...
Cuando me dió aquel beso,
no sé por qué en el alma
la duda me pinchó como una espina
y rispondiendo el tero en las barrancas
me gritó su alvertencia
tajiando la quietú como una daga.
Como quien nada quiere
me acerqué hasta la cama...
Di güelta las cubijas, dispacito,
y con mi mano acaricié las sábanas;
¡Las sentí calentitas!
pero algo me gritaba al oído: ¡Guardia!
Miré... Cerré los ojos
pensando m'engañaban...
Pero, ¿adónde? las güeyas de su culpa
estaban tan patentes en l'almuhada
señalaos por los güecos,
que comprendí, aunque tarde mi desgracia...
Mi mano se jué yendo
p'al costao de la daga;
¡diba cobrar el precio como gaucho
con un tajo certero en la garganta!...
Pero, al verla'e rodiyas,
asujetó mi corazón el arma...
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