domingo, 24 de julio de 2011

En el partidero

(Pintura: Francisco Madero Marenco)
Yo ensillo con mi recáo,
pilchas sin plata y sin oro,
y como que ando en mi moro
ando siempre bien montáo.
Ni poncho pido emprestáo
aunque me muera de frío.
Mi listáo, hasta en estío,
lo está pasando el sereno,
más prefiero, a poncho ajeno,
andrajos del poncho mío.

Nunca debería faltar,
al hombre trabajador,
ni un peso en el tirador
ni un güen pingo qu'ensillar.
Y, si lo llega a tratar
mal la suerte una ocasión,
con güena reputación
qu'es fortuna inigualada
se apéa en cualquier ramada
o acampa en cualquier fogón.

Como en mis brazos confío,
suelo hablar con arrogancia;
que se agranden las estancias
que a mí me alcanza lo mío.
A la suerte desafío
porque no le sé temer,
hago lo que puedo hacer,
voy a'nde pueda llegar:
si hay escollos, a saltar!
si hay que luchar, a vencer!

Yo he dáo el último cobre
y el poncho de invierno he dáo
y qué contento he quedáo,
pudiendo dar, siendo pobre.
La vida se hace salobre
cuando hay mucho que cuidar;
el que de alma sabe dar
endulza el propio vivir,
porqu'es triste ver sufrir
pudiéndolo remediar.

El pobre duerme tranquilo
si sabe cargar la vida;
en maleta repartida
siempre es más liviano el quilo.
De lo que en verano apilo,
llegando el invierno, pico.
Ni me agrando ni me achico,
sé ganar y sé perder.
Sólo es rico, pa'mi ver,
aquél que sabe ser rico.

Yo, con mi moro ensilláo,
maniadores y bozales
pa'redomoniar baguales,
mi güen nombre me he ganáo;
nunca vergüenza he pasáo
como hombre trabajador,
y además tengo el honor
que -p'hablar suele ser güeno-
no bebo sudor ajeno,
bebo mi propio sudor.
-o0o-
Es lindo ser pión tropero
porque cambia con frecuencia
de patrón y de querencia,
de pago y de compañero;
tiende a'nde quiera el apero,
el cielo es ancha guarida,
un bailongo... una querida...
y en cien pagos diferentes
conoce distintas gentes
que hacen conocer la vida.

De los caminos se ven
naturales maravillas:
bosques, llanos y cuchillas
y cosas tristes también.
Pero las ve sólo quien
lleva en el alma un lucero,
rara vez el estanciero
en su fría indiferencia
porque tiene la conciencia
castrada por el dinero.

Yo nunca serví pa'pión.
Por hacerme respetar,
jamás me dejé retar
con razón o sin razón.
Aunque entiendo qu'el patrón
debe hacerse obedecer,
todo el que sepa poner
las cosas en su lugar
no se deja manosiar,
ni siquiera reprender.

Entre borracho y patrón
(yo prefiero al bebedor)
cuanto más lejos, mejor,
y poca conversación.
Siempre he sido remolón
pa'que me ensille cualquiera;
si me tocan las basteras
ni las espuelas me pinchan.
A'nde me apretan la cincha
desparramo las bajeras.

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