(Pintura: Eleodoro Marenco)
¿¡Quién sabe de ande vino y quién lo trajo,
qué destino lo echó para el desierto
cuando el cencerro fue como un badajo
marcando aquél camino del infierno....?!
Le bastó con saber que era "milico"
que precisó su sangre el entrevero,
había que hacerle pata ancha a los malones
y no era el tiempo de andar cuidando el cuero.
¿Lo demás? Pa'qué decirlo! Lo de todos:
un kepí, un bagual, un catre'e tiento,
una manta, un recao y aquél apodo
que le puso por ahi algún sargento.
Y de pronto el encuentro con la indiada,
un galope tendido a campo abierto,
el jugarse a lo macho en la topada
a bola y lanzas, alarido y "Remington".
Y le tocó caer en la refriega brava
cuando una chuza le atravesó su cuerpo
y al caer de la tarde y la patriada,
en el lomo de un chuzo... ¡llegó muerto!
El cebo de una vela le hizo guardia,
se persignó una moza en el entierro
y ahi quedó tal vez, sin una lágrima,
ni un llanto que mojara algún pañuelo.
Tal vez un compañero bien montao
de aquellos que peliaron indios fieros,
se descubrió y lo siguió velando
cabeza gacha y llorando adentro.
Y ahi quedaron sus huesos en la pampa,
la cruz del sur fue bendición y rezo;
su nombre en el recuerdo se agiganta
pero sólo se llamó: "MILICO MUERTO"!
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