sábado, 6 de septiembre de 2014

Dio todo sin pedir nada



Para que peine sus crines
el macho viento pampero
desde otras tierras vinieron
desde lejanos confines.
Después mezcló a los clarines
su relincho campo afuera.
Trepó hasta la cordillera
para juntar nieve y cielo
y así, regalarle al suelo
el color de la bandera.

Desde entonces y sin tregua,
entró a tallar en la historia.
Para amamantar la gloria
fue madre fiel, al ser yegua.
Detrás de la distancia, leguas,
por dar tierra emancipada
y en la más brava patriada
supo llevar en su cruz
enhorquetada la luz
de la patria liberada.

Así llegaron los días
en que después de la guerra
se hizo promesa en la tierra
ubérrimas de alegrías.
Y si el campo florecía
antes del fruto maduro
fue, porque firme y seguro
allí donde el surco fuera
él, cinchó en la sementera
edificando el futuro.

Y quedó la patria hecha:
primero, galope y muerte:
después, con su pecho fuerte
trazó la siembra y cosecha.
Y al recordar que la brecha
se hizo con la caballada
pienso que no está saldada
su cuenta, caballo fiel
pues, como el gaucho, como él
dió todo sin pedir nada.


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