¡Siempre que canta el gayo en la cumbrera
de mi rancho de paja,
avisándome alegre que bombea
venir la madrugada,
vuela el sueño, juyendo de mis ojos,
como el ave del nido ande descansa.
Entonces, sacudiendo la osamenta,
disparo de la cama,
y en el fogón regüelvo los tisones
campiando alguna brasa;
pues el amor y el juego siempre dejan
chispas que a veces sólo el tiempo apaga.
Y dispués de hacer juego con ramitas,
espero que haga yama,
y al calor le acomodo la caldera
pa calentar el agua,
como al calor de mis recuerdos viejos
comiensa a calentarse la esperansa.
Preparo el mate amargo, enciendo un pucho
de cigarro de chala,
y me paso las horas silencioso,
repasando la tarja
ande yevo la cuenta'e las sonceras
que tengo en la memoria aquerenciadas.
Menudiando los verdes, voy haciendo
mis cuentas atrasadas,
pa encontrarme, al final, con que no tengo
ni una cola de vaca...
En negocios de amor... ¡lo sabe un sonso!,
el interés se come la ganancia.
Ensiyo el cimarrón, qu'está sin güelta,
mientras chiya otra pava;
y en mis cavilasiones pienso y digo...
Qu'es yerba la esperansa;
pero... yerba flojona, que ni sirve
p'acomodarle al alma una ensiyada!
Octubre, 1899
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