Yo soy el gaucho, señores,
pa lo que gusten mandar;
carne color cardo seco
con alma de ñandubay.
Ojos negros o castaños
según mi raza -velay-:
negros, si me "tapa" el indio;
castaños, caso 'e faltar,
y si me sobra algún godo
allá por el despuntar
del árbol de mi progenie
jugoso de hispanidad,
puede que asome a mis "vistas"
un cacho de cielo, o mar.
Hablo fuerte por costumbre
de vivir en soledad;
hablo fuerte, pero, claro,
como el pampero, ¡caray!
a veces con un seseo
hijo del viento nomás;
siempre con la voz fresquita
a punta de madrugar,
y con esa altanería
propia de la libertad.
En paz me llamo: trabajo;
china, guitarra, cantar;
gusto de cruzar -jinete-
campos, porque sí nomás;
placer de enlazar un toro,
o de algún ñandú bolear;
gusto de amansar un potro
y echarle encima un platal,
mas después de todo eso,
de andar y de más andar,
gusto de entrar en la argolla
de dos brazos y ahí quedar.
En guerra me llamo chuza,
coraje, temeridad,
horror, sorpresa, atropello,
y una mezcla por igual
de algo de misericordia
con otro algo de crueldad;
y soy lo que no se espera,
lo que no estaba y está,
el mal que se llama bien,
el bien que se llama mal.
A veces me llamo clines
negras hasta el azular,
y otras veces pelo rubio
o barba 'e choclo candial;
y a veces me llamo mota,
la de imposible peinar;
y quien se olvide del negro
en esta oportunidad
se olvida de la lindura
que es en el cuerpo un lunar...
(Primera parte)
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