(Homenaje a la abuela "Tana", gran recitadora de la familia).
Tuve una vida bichoca
por boraciar por demás
fui estudiante enloquecido,
otra vez fui capataz.
Mas con mi cuerpo enmohecido
y de granos bataraz,
vengo juntando experiencias
para con ellas payar
cosas que en mi querencia
naides jue capaz de hablar.
Primero les via a decir
lo que en mi pago ocurrió:
mi madre que se parió,
cuatro machos de verdad.
Cuenta que mi papá,
después de estos charabones
desistió en sus intensiones
de una pequeña tener,
mas con esas peticiones
rezó a Dios y jue mujer.
Pedro Alberto fue el mayor
para que si alguna vez
fuera de su parecer
intentar un sucesor
llevara como su abuelo,
hombre de gran corazón
el nombre Pedro, primero
como pasara hasta hoy,
y luego que su apellido
fuera el consabido Hardoy.
Mas si por esas pasara
que el primero no dejase
de él ninguna decendencia,
ya sea por deficiencia
o por meterse de monje,
resulta que a su otro hijo
Fernando Pedro llamó,
para que si se casara
el nombre Pedro incertara
a cualquier hijo varón.
Por esas dudas nomás
cuando nació su tercero
le metió Martín primero,
y Pedro le sucedió.
Dejó de ser orejano
para pasarse a llamar
Martín Pedro un heredero
que no tratase e frenar
esta sucesión de 'pedros'
que jue avanzando voraz.
Pero en el cuarto embarazo
mi madre desenvainó
un muchachito flaco,
fuerte como un león,
de que por la tradición
que se aplicó en sus hermanos
Luis Pedro el viejo llamó
a su pequeño pichón
y ya quedaban los cuatro
con ese nombre varón.
Y después de cuatro cardos
que nacieron pa'l deber,
resulta que fue a nacer
la regalona del grupo.
Era una rosa de lujo
de nombre Isabel María,
era una nueva vida
que de a poco germinó
y así les dimos las gracias:
a Jesucrito y a Dios.
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