lunes, 14 de julio de 2008

Carlos Alberto


¿Quién no ha tenido en la vida
algún día un animal?
Si a mí me preguntan: ¿cuál
ha sido mi preferido?,
quizás me vean confundido
tal vez me traicione un grito:
¡Carlos Alberto! un mosquito,
animalito querido.

Llegó a mí en su juventud
en una noche de enero,
se me acercó el traicionero,
me hizo roncha en el cogote,
lo alcancé con un cazote,
lo toqué y cayó de espalda
y cayó casi sin ruido
como un papel en el suelo.

Se arrastró, lamió mis pies,
movió la cola una vez,
dos veces y quedó frito.
Al rato se levantó
medio alunado alzó el vuelo
y a medio metro del suelo
voló por toda la casa.
Se sumergió en una taza
por ducharse o qué se yo
y ahí nomás atropelló
como a cobrarme revancha.
Yo por cederle la cancha
me le ladié del camino,
con un zumbido asesino
giró se vino de atrás,
le pregunté: -¿querés más?
y efervecente el zumbido
me chicoteó en el oído
y no lo pude ver más.

Movedizo cambió el frente
se ubicó en el cielo raso;
le apliqué un zapatillazo...
si lo agarro lo clausuro.
Le entró así como un apuro
me vio cara de infeliz,
se me vino en un desliz
animal de mala entraña,
se me enredó en las pestañas:
¿pueden creer que me hizo pis?

- "Me gusta porque es rebelde,
tiene personalidad",
comenté como al pasar
y así nos hicimos amigos.
Ahí nomás buscando abrigo
aterrizó en un rincón,
yo, mudo por la emoción,
era el único testigo.

Aunque estaba muy mal criado
no era de estirpe tan mala;
yo le recorté las alas
y lo empecé a alimentar.
Anduvo en libre accionar
sin que a nadie molestara.
Lo castré pa que engordara
con una hojita de afeitar.

Lo hacía comer plasticola,
se puso gordo y pesado.
Obediente y bien mandao
pesaba trescientos gramos.
Le gritaba: - "¡Beto, vamos!".
y trotiaba alegremente.
Sin molestar a la gente
porque volar no podía
y el recuerdo de esos días
la nostalgia me lo arrima;
no era que el Beto te exprima
la sangre porque picara
sino que te atropellara
te empuje o te pise ensima.

Echaba afuera las moscas,
comía del suelo las migas,
perforaba las hormigas
que invadían los edificios.
Un día se nos dio a los vicios
y ahí empezaron los males:
fumaba los espirales,
se remamaba con Raid,
y un día casi se nos cae
de arriba d'el aparador.
Él fue perdiendo el honor
yo fui juntando coraje,
estaba por darle el raje
tal vez lo haya adivinao
porque un día muy enojao
él al candil me lo roba
y rociándolo lo saco
previniendo un atentado.

Pero en fin, cual todo pasa,
yo también lo perdoné.
Y aunque él no me tuvo fe,
siguió siendo un desgraciao.
Después que hubo adelgazao,
volvió a volar libremente
y un día en que tranquilamente
planeaba sobre una silla:
oscuro trapo e rejilla
lo pialó junto a un barranco...
¿Cómo fue que no lo viste?
Carlitos... te estoy nombrando.

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