martes, 27 de mayo de 2014

Mi rancho


(Pintura: Carlos de la Torre)


Cuando levanté mi alero

hice, con leñas del monte,
mirando pa’l horizonte
puerta con mucho esmero,
procurando que el lucero
pueda tranquilo pasar
cuando me pongo a matiar
apenas el día levanta
y el gallo a toda garganta
sabe con fuerza cantar.

Dando la espalda al pampero
un par de ventanas chicas
sin rejas, porque eso explica
que en mis pagos no hay cuatreros;
sobre una esquina el “aujero”
redondo como mis ojos,
brocal de ladrillos rojos
donde el balde se fatiga
cuando el calor me castiga
y yo de adrede lo mojo.

Al cerco que lo rodea
pa’ qué ponerle candao?
es triste sentirse atao
y que la gente lo vea,
si algún viajero se apea
hay agua, yerba y porrón,
cobija, catre, colchón,
carne en el gancho colgada
y una guitarra templada
por si anda medio tristón.

Como el techo es de totora
le dejé el tuse corrido
pa’ que lleguen y hagan nido
todas las aves cantoras,
frente a la acción destructora
del tiempo sobre las cosas
jazmines, dalias y rosas
le planté en todo el terreno,
pa’ que adornen por lo menos
la sencillez de mi choza.
  
Mi perro, por ser prudente
jamás conoció collar
aunque al sentirlo ladrar
se arrocina el más valiente;
me avisa si viene gente,
luego da vuelta y se va,
pero siempre alerta está
igual que un tigre en acecho,
celoso, porque en mi techo
encontró comida y paz.

En un rincón la herramienta
descansa bien ordenada:
rastrillos, picos y asadas
y alguna pala herrumbrienta;
a mis años la osamenta
ya no se quiere agachar,
solo trato de cuidar
lo que gané trabajando
y me entretengo arreglando
las cositas del hogar.

Mi rancho es igual que un lazo
por gaucho, sencillo y güeno,
la lluvia, el viento ni el trueno
le han hundido el espinazo.
Allí está, parece un brazo
levantao y comedido,
paisano que ande perdido
arrimese sin temor
que al rancho de un payador
siempre será bienvenido.

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