viernes, 22 de junio de 2012

El Vasko de la carretilla

Dedico estas rimas al poeta y amigo, Dr.Raúl Fernandino.



De la Patagonia austral
con su mochila rodante,
Larregui, aquél inmigrante
partió de Cerro Bagual.
A espaldas, la colosal
y canosa mole andina
y delante de él, la fina
rueda de la carretilla,
siempre bordeando la orilla
de la ríspida banquina.


Ahí va el hijo de Pamplona
por planicie, cima o cuesta,
como Vasko no protesta
por ser juez de su persona.
Todo pueblo, toda zona
tiene distintos modales,
soporta las naturales
inclemencias del periodo,
nieve, lluvia, sol y lodo
y también las personales.



Tiene una meta trazada,
llegar a la Capital,
Buenos Aires!... el final
de su primer quijotada.
Su carretilla es donada
al museo de Luján,
luego enfila a Tucumán
y como si poco fuera,
transpone la cordillera
siempre con el mismo afán.


Chile recibe triunfal
a Don Guillermo Larregui,
conoce allí a Juan Arregui
que es otro connacional.
Y le ofrenda como tal
en un símbolo de unión,
su vehículo a tracción
de sangre, y única rueda
y en su carretilla queda
algo de su corazón.


Misiones, sus cataratas
y su tierra colorada,
fue la última morada
del Rey de las caminatas.
Atrás quedaban las chatas
planicies y las alturas,
las pasadas aventuras
que él supo dulcificar,
y a su forma demostrar
sus convicciones más puras.



Allí llegó a octogenario
el heroe de mi relato,
y en mis rimas lo rescato
porque lo vi necesario.
Y aunque mi humilde poemario
tenga cierta ingenuidad,
guarda la simplicidad
de lo real y lo puro,
y como Vasko aseguro
que lo dicho, es la verdad.

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