martes, 8 de febrero de 2011

Rudecindo Jara

(Pintura: Carlos Montefusco)
Casi entre dos luces, cruzando unos cerros
iba al trotecito de un lobuno zaino,
el mataco Zoilo, gaucho perseguido
el que a sol y sombra lo andaban buscando.

El sargento Jara, frente a la partida
decía: -"en cuantito se me cruce al paso,
juro que lo prendo y lo traigo a lonja
hasta el mesmo cepo cruzado en el bayo.

Así verán todos que Zoilo es un flojo
que el maula no tiene, nada del mataco,
que es purita espuma como los chajaces
y ésta vez conmigo se va dar un chasco".

Algo sucedía porque el gaucho Zoilo
como por encanto se perdió del pago,
escondía el bulto por entre los cerros
cada vez que Jara salía a campiarlo.

Y todos sabían que Zoilo era un hombre
sin miedo a los chumbos y todos sus tajos,
se curaban solos a vientos y soles
lo mesmo que el árbol que le hachan un gajo.

Por alguien un día, se enteró el Sargento
que al pie de los cerros andaba el mataco,
-"yo sólo viá'trairlo, si el mataco es hombre
yo también soy hombre", y ensilló su bayo.

Y tomó al galope, tantiándose el corvo
derechito al cerro donde andaba el guapo,
y en la falda mesma, divisó un jinete
que iba al trotecito de un lobuno zaino.

Debe ser el hombre, musitó el Sargento
anda en un lobuno como el de ese gaucho,
casi convencido que era el que buscaba
desnudando el corvo le dio la voz de alto.

-"Rendite al Sargento Rudecindo Jara,
he venido solo para arriarte a palos.
-"Si sos Rudecindo, respondió el cuatrero
desde ya te digo, no t'ei dar trabajo.

Pero en un relámpago de las dos miradas
entre aquellos hombres sucedió algo raro,
el Sargento Jara sin decir palabra
envainando el corvo se largo del bayo.

Lo mesmo hizo el otro mientras de su cinto
desprendió el trabuco y un cuchillo largo,
-"aquí están mis armas, yo me entrego preso
cumplí tu palabra si me creés tan malo.

Pero antes que me ates de daré una prenda
que me dio mi madre como un noble encargo,
el día que lo hayes a mi Rudecindo
dale mi retrato y este Relicario".

El viejo Sargento, contempló la imagen
y mirando al cielo, lo llevó a los labios
casi sollozando, musitó "¡mi mama!
y los dos lloraban frente a su retrato.

Aquellos varones al pie de los cerros
unieon sus almas en un solo abrazo,
mientras se cruzaron dos palabras:
-"Hermano querido, ¡mi querido hermano!"

Cuando se apartaron a los lagrimones
entre polvo y tarde se alejó el mataco,
pensativo y triste retornó el Sargento
besando la imagen de su Relicario.

2 comentarios:

Juan Peralta dijo...

Bueno Aparcero, Bueno porque dice que el hombre no es bueno, que el hombre no es malo, sino que es el hombre. Se pierde ó se encuentra como dice el caso. y a más puede serlo que en el mismo cuero, vivan los hermanos, ?el malo y el bueno¿
Juan Peralta - Córdoba Capital

Raúl Costas dijo...

Hace cuarenta años que lo leí por primera vez y nunca pude aprenderlo completo. Gracias a internet y esta página por fin pude aprenderlo. Mil gracias!