jueves, 10 de marzo de 2011

Santos Vega

(Video provisto por Carloquilmeslopez)Santos Vega es la tristeza
del crepúsculo campero,
es el nido del boyero
sobre el arroyo que reza,
es el rocío que besa
a las corolas sedientas,
y las nubes cenicientas
donde en flamígeras trazas
escribe sus amenazas
la mano de las tormentas.

Es esa parte de sueño
que en nuestra esencia paisana
canta al sol con la mañana
de un bien inspirado empeño.
Es el tumulto sedeño
de las negras cabelleras,
el dolor de las ojeras
que en el otoño declinan
y la esmeralda en que inclinan
sus frentes las primaveras.

Él marcó su trayectoria
entre dos trágicas flores:
el lirio de los amores
y la rosa de la gloria.
Su historia es la triste historia
de tanto ignorado ser
que elevó su padecer
para que lauros ardientes
ciñeran sobre su frente
las manos de una mujer.

Cantor soñador y errante
adonde quiera que fue
tuvo un sahumerio de fe
en su guitarra gigante.
Por ceñir su pecho amante
en nostálgica fortuna
tuvo espumas la laguna,
gallardos cimbros los lirios
y para orlar sus delirios
melancolías la luna.

Heredó de las llamadas
la triste meditación;
su alma vivió en comunión
con las cosas olvidadas.
Así por las alboradas
al cruzar con rumbo incierto
llevaba en el desconcierto
de sus miradas profundas
dos águilas moribundas
perdidas en el desierto.

Así cruza el trovador
de los alcores andinos
constelando con sus trinos
los tedios del labrador.
El alma de ese cantor
es el alma de la umbría,
al poner en la poesía
que el crepúsculo despliega
frente a las sombras de Vega
la palidez de María.

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