viernes, 11 de marzo de 2011

Los payadores


Cardenales de la umbría
que en romántica visión
con fibras del corazón
tejieron su fantasía;
a través de su poesía
dulcemente soñadora
va la estirpe vencedora
constelada de videncias
alumbrando las conciencias
con resplandores de aurora.

Por ellos jamás expira
el sol de las guachas glorias,
que aferrada en las memorias
cruza los tiempos su mira;
podrá enmudecer la lira
ahogada por los quebrantos,
podrán sombríferos mantos
amortajar el alcor,
podrá morir el cantor
pero no mueren sus cantos.

Con la idealidad intensa
que encarnó su concepción
llevaron a la legión
el prestigio del que piensa;
y al penetrar en la inmensa
muchedumbre que se va,
cantando lo que vendrá,
fueron sus liras rurales
otros tantos ventanales
abiertos al más allá.

Como marcharon ungidos
de proféticas canciones,
plasmaron las rebeliones
al formar los convencidos;
para que adversos latidos
la montonera avasalle
ellos abieron el valle...
Cuando el ciclón se avecina
el relámpago ilumina
antes de que el rayo estalle.

En ellos los espejismos
de las pampeanas llanuras
engarzaron las más puras
flores de sus idealismos;
y al colmar con sus lirismos
ambiciones vesperales,
fueron tirteos rurales
aquellos rapsodas nuestros:
en una nébula de estros
Güemes templó sus ideales.

Dieron a las muchedumbres
en sus potentes escalas
la majestad de sus alas
para llegar a las cumbres.
El alborear de sus lumbres
toda la recua agiganta;
porque el trovador levanta
lo que el ignorado siente:
de las almas del torrente
una lucha y la otra canta.

Ellos son una faceta
del diamante campesion,
pulida en el torbellino
de la aspiración secreta.
El azul de esa paleta
que dejó el alba en la altura
y la sutil vestidura
que en romántico derroche
tejió con sueños la noche
para arropar la llanura.

En el albo centelleo
que pusieron en sus frentes
las estrofas elocuentes
del romancesco torneo;
y en el cumplido trofeo
de los labios de la amada
se encuentra sintetizada
la luz de sus pensamientos:
ceibos, labios y talentos
cuajan la vieja payada.

Pero fue al cantar amores
donde el poeta nativo,
todo su ser sensitivo
vió cristalizarse en flores.
Cuando amantes sinsabores
marcaron en su alma rastros,
con líricos alabastros
le puso a su pena broche:
hay que atravesar la noche
para llegar a los astros.

Sus guitarras son reflejo
del espíritu campero
que cantó bajo el alero
el laurel del tiempo viejo;
y porque fueron espejo
de tanto anhelar extraño,
ellas serán el peldaño
por donde tendrá que ir
todo el que quiera subir
hasta las almas de antaño.

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