miércoles, 19 de agosto de 2009

Un canto de contrapunto


Era una noche preciosa
y serena de Febrero:
apenas débil pampero
soplaba en la falda hermosa,
apacible y majestuosa
la luna su luz tendía
sobre un rancho que existía
bajo el cerro del amor;
alumbrando el interior
de una pobre pulpería.

Poco a poco iban llegando
paisanos a la tranquera
y los fletes en hilera
quedaban solos rumiando,
todos fueron acercando
su asiento hasta el mostrador,
donde estaba un payador
muy quejumbroso entonando
al son de un estilo blando,
unas endechas de amor.

Después de cantar ardiente
sus desengaños pasados,
sus amores contrariados
y su situación presente,
dijo en tono muy valiente
y en una improvisación:
-"que igualando condición
y sin proponer asunto,
cantaba de contrapunto
con cualquiera en la ocasión".

Un simpático murmullo
precedió al severo reto,
cuando apareció un sujeto
con cierto tinte de orgullo,
templó el instrumento suyo
y arrancando un dulce son,
aceptó la invitación
que el otro cantor hacía
diciéndole: -"que él venía
a medir su inspiración".

Se notó gran movimiento
por la lucha que empezaba,
y en silencio platicaba
el paisanaje contento,
de la cifra el dulce acento
la vigüela hizo brotar,
y después de saludar
a la reunión con primores;
entraron los payadores
al arte de improvisar.

Una atmósfera candente
de humo y alcohol confundido,
envolvieron el quejido
del trovador incipiente,
combatiendo frente a frente
un tema filosofal,
sobre el hecho material
de la vida transitoria;
empezaron por la historia
del derecho natural.

Dijo el primero: -"la vida
es como un juego de taba,
si cae de suerte ganaba,
si al revés era perdida,
que estaba tan confundida
con el bien y con el mal
que aunque era tan colosal
según la ciencia decía;
él, la miraba y tenía
como cosa muy trivial".

-"Está errao, dijo el contrario
con eco provocativo,
no es razonable el motivo,
ni seré su corolario;
en el canto soy corsario
porque creo con rigor,
que la vida es un primor
cuando hay placer y ventura
y no viene la amargura
a retoñar un dolor".

Empezó la lucha hiriente
entre ambos competidores
y subieron los ardores
del auditorio impaciente,
uno y otro diligente
su puya hacen relucir,
ninguno quiere rehuir
el encuentro comenzado;
y un bando de cada lado
se aprestan a combatir.

Fue poco a poco aumentando
la tremenda algarabía
y una daga relucía
e iban los vasos volando,
los dos que estaban cantando
salieron en confusión,
con sus armas en acción
a ventilar la querella;
siguiendo la triste huella
de histórica tradición.

Y en una franca contienda
luchando a brazo partido,
cae uno a la tierra herido,
llorando su dulce prenda,
el pulpero en la trastienda
presenciaba con terror
el cuerpo del payador
que en su fúnebre agonía
miraba la pulpería
causante de su dolor.

Quedó el vencido en el suelo
y el vencedor arrogante
montó en su pingo anhelante
y tendió rápido vuelo,
el tiempo corrió su velo
sobre este cuadro de horror,
y en el cerro del amor,
entre varias margaritas,
hay varias trovas escritas
del ínclito payador.

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