Señor Juez, en verdá le confieso,
que se m'áido un poquito la mano.
¿Se murió? ¡Dios lo tenga en la gloria!
Ya bastante el indino
vivió cuatreriando.
-Me tráia robando ese leso
mis vaquillas, cerquita de un año.
Era inútil que diera mis quejas
ante el Comisario.
Me tomaban apunt'e la cosa.
Y yo, satisfecho,
me diba silbando.
Y cuando créia que preso lo tráian,
caía en engaño,
porque el pillo, por juir de la cárcel,
le entregaba al señor Comisario
la mitad más o menos del robo,
y éste echábale tierra al asunto,
como hacen los gatos...
Y lo pior es que si uno relincha,
si no lo estaquean,
lo meten en cepo de lazo,
cuando no lo enderiezan pal Neuquén
a lomo pelado,
más molido qu'el gallo del cuento,
que asiquiera el pobre
si las plumas perdió en la pelea,
quedó cacareando.
Y como quiera que ya no hay justicia
en por estos pagos,
me la hice al tirito yo mesmo.
He perdido y ... pago.
Es por eso, señor, que de rabia
se me jué un poquito la mano.
Yo le quise pintar un barbijo,
dejarlo orejano...
el cuchillo corrió pal cogote,
y solito se jué desangrando.
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