viernes, 7 de agosto de 2009

Los chivos


I
Por el áspera ladera
de pedregosas aristas,
los chivos equilibristas
pacen la grama ligera.

Pintadas cabras inquietas
y graves chivos barbudos
dan moquetes, estornudos,
berridos y zapatetas.

Y reproduce en dos pies
un cabrón ante un cebil,
el venerable perfil
sacerdotal de Moisés.

II
Metempsicosis extraña
se cumple seguramente
al parecerse a la gente
los chivos de la montaña.

Mientras van hacia la cumbre
hacen humanos rumores:
se oyen voces de oradores
hablando a la muchedumbre.

Teniendo a los pies del monte
veinte leguas de horizonte,
no lo contemplan jamás.

Con las barbas contra el suelo,
el vasto mundo y el cielo
para ellos está de más.

III
A veces sobre una peña
se para inmóvil un chivo
con el aire pensativo
de un filósofo que sueña.

Más si junto al precipicio
rumia y rumia, su tarea
por cierto no es una idea
sino un bolo alimenticio.

Algún atraco indigesto
le da la actitud, el gesto
y empaque de pensador,

mientras los otros chivatos,
con cerriles arrebatos
se dedican al amor.

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