Para desechar la pena
de la vida en el combate,
no hay mejor que un mate
cuando la yerbita es buena;
da fuerzas en la faena
a que se agacha el rural,
y no hay otra cosa igual
a un sabroso amargo, cuando
lo va el gaucho saboreando
en la puerta del corral.
Esta vida campesina
tiene cosas como miel,
el ranchito, y detrás de él
las caricias de la china.
El pueblero no adivina
la ventura que eso encierra,
porque vive casi en guerra
con las costumbres criollas;
porque el lazo le hace ampollas
y no sirve en una yerra.
Dichoso el que, como yo,
vive siempre placentero
sin que le falte el puchero,
un churrasco y pororó;
y sin doblar ¡eso no!
a ninguno el espinazo,
ni tener, si llega el caso,
que ensuciarse, ni mentir;
que el gaucho sabe vivir
trabajando con el lazo.
Cuando miro desde aquí
el campo verde y risueño,
y me acuerdo que soy dueño
de ese rancho en que nací,
suelo decir, para mí,
con una cierta aflicción,
¡tierra de predilección!
¡cómo valdrían tus pedazos
si siempre guiaran tus pasos
la justicia y la razón!
Con su prole y su mujer,
con su rancho y su campito,
y en el campo un rodeíto
para tener que comer;
¿qué más puede apetecer
el gaucho trabajador,
si tiene en el rancho,amor,
esperanzas en la cuna,
y en el campo la fortuna
ganada con su sudor?
¡Qué sabroso es un amargo
cuando se está en la portera
de la tropilla a la espera
que se acerca al trote largo!
y hay quien dice, sin embargo:
que el gaucho vive a lo bruto;
¡vive pagando el tributo
con que manda a los puebleros
astas, cerda, lana, cueros,
y algún otro rico fruto!
Que el campo es el manantial
de que brota la riqueza
con que la naturaleza
brinda pródigo al mortal;
es la vida patriarcal
de más sencillos placeres,
es la dicha de los seres
que no buscan con fatigas
ni en el hombre las intrigas
ni el lujo entre las mujeres.
Está lindo el campo ¡ahijuna!
verde como una esperanza;
y con paz y con templanza...
¡qué placer y qué fortuna!
pero a lo mejor reyuna
la esperanza se nos queda,
porque cuando bien nos rueda
nunca falta algún mandón
haga sonar el latón
donde el derecho se enreda.
¡Pucha! Parece mentira
que estando tan a la puerta
no haga gobierno que advierta
que ese es el punto de mira.
¡La campiña que suspira
porque en alguna ocasión
le den jefes que, en unión
con el vecindario honesto,
palmeándola y del cabestro
lleven la Constitución.
El campo es grato y es bueno;
no se puede eso negar,
si en él se llega a gustar
lo provechoso y lo ameno;
pero si falta en su seno
la tranquilidad deseada,
ya el campo no vale nada,
del temor se extiende el manto,
y va perdiendo su encanto
como una ilusión soñada.
Con tiempo bueno y con paz
no hay nada como la estancia
de los pastos la fragancia
que es la más rica quizá;
con eso solo nomás
me quedo entre el pastizal,
porque no hallo cosa igual
a un rico amargo criollo
a la orilla del arroyo,
o en la puerta del corral.
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