
De entre unas nubes cortadas,
que arreaba afuera el pampero,
ví que el ojo del lucero
medio me hacía una guiñada.
La gramilla remojada,
brillaba como un espejo,
y el verdor con su reflejo
era un gran canto a la vida;
mientras la tarde vencida
se iba muriendo a lo lejos.
Enlutando el horizonte
la noche se va asomando
y con su mano peinando
los aletazos del monte.
Ahi comienzan los aprontes
del campo pa'descansar,
se oye un mugido, un balar,
un aletazo, un silbido
y esos rumores perdidos
que nadie puede explicar.
Ya es noche, brilla el lucero
y me acompaña la luna;
pa'completar la fortuna
de haber nacido surero.
Enderieso pa'ande quiero
la facultad de vivir,
mientras puedo colegir,
bajo este poncho profundo
que al otro lado del mundo:
el día se fue a dormir.
1 comentario:
bellísimo
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