Dormir en algún rancho con hendijas,
donde puedan espiarse las estrellas;
mientras mueren de a poco las brasitas,
apagando su luz lo mesmo que ellas.
Taparse acurrucao en unas matras,
con los bastos doblaos pa´cabecera;
pensando en esas cosas que le bastan,
al que vive feliz a su manera.
Sentir algún cencerro tintineando,
como un canto añudao al alma nuestra
y el grito del chajá como esperando,
del bañao allá a lo lejos la respuesta.
Escuchar el torido al centinela,
que levanta oservando las orejas,
porque alcanza a sentir dende la huella,
el galope de un gaucho que regresa.
Y de pronto, maneando el pensamiento,
que en el campo, dá vueltas y se aleja,
encontrarse estaqueao como de intento,
Con el nombre y los ojos de la prienda...
¡Eso es lindo velay! y si me apura,
viá decirle que pa él hombre de mi tierra;
Dios a puesto en la noche esa fortuna,
Una hendija en el rancho y las estrellas.
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